Khrěmatismós [Oráculo onírico]

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: ,

"La mejor manera de no decepcionarse es no teniendo expectativas" -D.




Cierra los ojos, tiene gripa mental. Ni las canciones más felices logran llegar a su médula, ni el calor más ardiente le saca ese frío mórbido y degenerativo. Se pudre, quizás, aún entre la helada de sus sentimientos. ¿Quién especificó que la temperatura baja conserva las cosas? Llora sin soltar una lágrima. Suelta ese miserable hedor a tristeza y gripe, mas no moquea, es un cadáver envuelto en pañuelos de mago que se desliza por la calle sin mirar a dónde dirige sus pasos, qué autos bloquean su camino. La gripa mental es una condición seria para personas de su tipo, desgarbado y amorfo, pobrecillo, tan parecido a un humano y tan diferente. Caos y organización. Luz y obscuridad. La dualidad del Universo conspira en su contra, pareciera recordarle que aún queda algo por buscar, un complemento para su rompecabezas de dos piezas. Pero no quiere decir que una persona llene el vacío, quizás un acto, un café que quedó pendiente, una gripa sin medicar.
Lo que sucediera con su laringe reseca, casi cayéndose a pedazos, no es de la incumbencia de nadie. Ni lo que sucedió con su pulmón izquierdo ahumado, tampoco con su hígado medio raquítico. A nadie le importa cómo se metió esa varilla en el corazón onírico, ni por qué se lo amputaron sin decirle que no había prótesis en existencia. Su pelvis se hincha sin razón alguna, y al final (como siempre), explota. Sus dedos se enmohecen por exceso de caricias sensibles guardadas en las yemas, y se taponean las venas de su palma hasta formar un ojo en el centro de ella.
Mira a su alrededor y no ve nada, la palma se encuentra contra el piso. Aguza el oído, y el silencio le hiela. No hiela sus ojos, ni su palma, tampoco su oreja, mucho menos su boca. Su alma, contenida desde hacía mucho tiempo en una lata oxidada bajo tierra, es lo que ha terminado por congelarse. Los espaguetis retoman su vuelo por entre sus entrañas, la manzana que se comió hace unos días se halla en el suelo, intacta.

¡Preparaos, soldados, para la batalla! 
Son el pelotón de reserva. Lo saben de cierto, el colapso es inminente. Y sin embargo toman sus fusiles, se ajustan los cascos y galopan hacia el axioma de su muerte.
¡Pelotón, adelante!
Un grito grave cruza las balas, los estallidos y las lamentaciones. No ha salido de una garganta. Las balas cesan, las explosiones enmudecen y el humo se detiene en su lugar. El grito ha exacerbado el hielo que funde las caras en una sola masa informe. Todos los miembros amputados (el corazón onírico incluido) se mezclan y se vuelven un coágulo sangrante de decepciones, horror, victoria y adrenalina bélica. La masa de caras y miembros se desplaza lentamente ante las palmas atónitas de los soldados.
La masa se va. Los soldados sueltan las armas y se abrazan arrepentidos. Lloran a los caídos, se dan la mano sin importar su bando. Y la marcha fúnebre comunitaria comienza.

Abre los ojos, aún tiene gripa mental y fiebre, pero despierta por fin.

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