Las Fibras y el Beso

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

"No es una obsesión. Es un amor perseverante" -X.


Se iría a la guerra para volver y casarse con ella. Así que su prometida escuchaba incansablemente las noticias. Leía los periódicos diario, buscaba su nombre entre los muertos, observaba las fotos por horas esperando no encontrar su imagen yerta entre los restos de las barricadas.
No era fea, e innumerables pretendientes en su debida labor, pretendieron hacerla desistir de la espera. No. Aguardaría hasta que él volviera del frente, era Su Hans, el mismo que se enlistó por voluntad propia, por amor a ella y a su patria.
-Nos casaremos y viviremos juntos en esa casa que tanto te gusta. Tendremos tres niños corriendo en el jardín y seremos felices hasta la muerte. No llores, volveré.

La promesa le obsesionó. Sus palabras de despedida le daban aliento para seguir, para negar todo contacto con el género masculino. Se casaría sabiendo que ningún otro jamás rozó siquiera su mano. Sus labios permanecerían inmaculados, le pertenecían a él. Cuando regresara, él sería eternamente suyo y ella de él. Se casarían, sí señor. Que nadie osara acercársele porque cada cabello, cada fibra de su ser pertenecía a él, y viceversa. Eran incapaces de traicionarse, eran exclusivos el uno para el otro. No había para ella más mundo que Su Hans. Su Hans y el mundo, en ese orden. Su Hans y la guerra, la familia, el alimento y el agua, en ese orden. Hans. Hans. Hans y la vida. Todo en estricto orden jerárquico. Era la promesa. La promesa y la perdición. La obsesión, el amor desmedido, estúpido, con cada fibra de su ser.
Las nubes mutaban y formaban Su rostro, la sopa y la televisión le gritaban Su nombre. Cualquier otro hombre le causaba disgusto. Cualquier otra persona estremecía de asco sus fibras. Se aisló.
Cerró ventanas y puertas dejando un hueco para recibir el diario. Nadie debía verla, Hans debía encontrarla tal y como la dejó, lista para casarse, intocable, eterna. Sí. Se volverían eternos ella y él, níveos espíritus unidos con el más sagrado lazo de fidelidad inexorable. La fidelidad tan corpórea como sus propios cuerpos, el amor tan presente como su fe en el otro.  Sus cadáveres no serían exhumados como aquéllos de los impuros que desean lavar el pecado y la traición de su carne fibrosa. Serían ciudadanos de la virtud. Alcanzarían la perfección conyugal, la perfección en la crianza de los hijos, la perfección de la muerte.
Hans volvería de la guerra y se casarían. Le amaría con cada fibra de su ser. No, de su alma. No, del universo.

Pasaron varios meses y un día, en el momento exacto, la guerra llegó a su fin. En todos los rincones se propagó la buena nueva, en todos lados los periodistas tomaban fotografías que, más tarde, serían parte de la historia y quedarían grabadas en la memoria, incluso en la de aquéllos que no las verían como presente, si no como pasado.
Y en algún lugar se tomó una fotografía que daría la vuelta al mundo. Aquélla de un soldado eufórico que besó, en su emoción repentina, a una enfermera. ¡La guerra parecía haber terminado con la fotografía que resumía en sí mil y un emociones, mil y un palabras! La foto prodigiosa era la síntesis del sentir del planeta entero, de la humanidad. ¡La guerra había terminado!
Sí. La guerra había terminado y en algún lugar no muy alejado, la fervorosa prometida de un soldado salía empapada del baño con el firme propósito de revisar las noticias para divisar, apenas abrirlo, La foto en el periódico. Al instante, toda fibra de su ser perdió el control y resbaló.



"Cuento cursi con final típico, predecible. Anonimato hasta encontrar la motivación." -X.

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