Sobre amor y flores

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

"Cuando no hay introducción, lo mejor es decirlo"  -D



_Tal vez en un universo paralelo cada persona encuentra su alma gemela. Quizás viví en ese universo alguna vez y ahora deambulo por este mundo en busca de la esencia que me complementaba. Quizás por eso me siento tan vacía. La boca me sabe a recuerdos. Y sin embargo he olvidado todo. Mis más recientes experiencias, aunque divertidas, me agobian un tiempo y se pierden.  El frío se ha ido. El calor no ayuda, no llueve. Hay un descontento general en mi ser. Quizás jamás pueda regresar al universo anterior, quizás no sea mi destino volver a sentir, habiendo eliminado o tasajeado los sentimientos de tanta gente alrededor mío. Viviendo tan lejos como vivo del cielo o el infierno. No tomes mis palabras vacías como lo que son, palabras. Tómalo como lo que jamás será, infinidad de expresiones llenas de emoción. Olvida mi voz, mis ojos y mis ideas. Tal vez más tarde, tal vez mañana, cuando esta unidad de tiempo llamada horas alcance uno más de sus periodos inexorables. He dejado de ser lo que era para convertirme en lo que jamás quise ser. No vale la pena que intentes comprender. Vete. Deja atrás tu maraña de dudas y conserva un solo pensamiento, el que más gustes, el que más te reconforte. Si no te vas, tendré que marcharme yo. Libera tus lágrimas si lo necesitas. Pero tan sólo por el tiempo necesario. Cuida de no rayar en la exageración. Piensa en mis consejos. Sabes dónde está la salida. No dejes esa flor, me hará sentir como muerta. Ahora me voy. Fue un placer hablar contigo _
Caminó segura hacia el puente. El viento revolvía su cabello. ¿Qué pasó con aquélla chispa de felicidad que irradiaba hacía unos años? ¿Dónde es que la ha dejado? Su alma se desgarra ante mis ojos y no hay nada que yo pueda hacer. Es irremediable. Estrujo la flor entre mis manos y no puedo soltarla. La haría sentir muerta. Quisiera gritarle que volviera pero la voz se me atora en la garganta. No siento las lágrimas resbalar por mis mejillas, no puedo gritarle, no puedo moverme. Pero debería sentirme un poco mejor por poder cruzar unas últimas palabras con ella, puede que jamás la vuelva a ver. Ahora se pierde de mi vista, su silueta se va mimetizando con el cielo. El amor de mi vida está huyendo de mí. El amor de mi vida dijo lo que sentía, de manera dura y directa, como solía hacerlo siempre. Expresó su sentir ante mí, el único que jamás lo comprenderá. Me pidió no dejar la flor. Se que lloraba por dentro, se que al decir lo que dijo se apuñalaba el interior. Quizás no pueda volver a verla jamás, no pueda volver a mirar sus ojos. Sollocé un tiempo más en silencio, conteniéndome. Caí al suelo hecho un mar de llanto después de unos minutos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al darme cuenta de que jamás volveria. Me pidió no dejar la flor. El amor de mi vida me pidió no dejar la última flor. Me puse de pie y miré a mi alrededor. Estaba solo. Los pájaros habían callado y no había un solo ruido. Miré la flor machacada entre mis palmas, me había teñido de rojo. Observé la banca de piedra debajo del árbol reseco, inspirador. La lápida a mi lado tenía tierra fresca, aún podían verse las huellas de los deudos. Sentí de nuevo el escalofrío. Si tan sólo pudiera volver a tenerla junto a mí. Me pidió no dejar la flor. No quiso admitirse muerta.

Narraciones de un cuerpo sin nombre y un espíriu sin dueño

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , , ,

"Y lo que hagas, y lo que digas, me tiene sin cuidado. Nunca hubo tal apuesta y menos un sentimiento desesperado. Pero al incio, el día parece alargarse. Y al final, se hace cada vez más corto" -D.





Se consumía la vela. Una obscuridad interior era la teoría más aceptable para explicar su actutid. Un frío abrasador consumía lentamente su espíritu. Infinito espacio, hoyo negro, vorágine, abismo. Transparencia demandaba. ¿Era mucho pedir?
Era escritora. Las páginas de sus libros estaban llenas de nada, sin embargo. Una profesión artística implica, sin duda alguna, abrir el corazón y la mente. Pero muy en el fondo, siempre se deja un trozo de alma en cada escrito, se libera cierta verdad del yo interior del autor. Y ella lo sabía cuando se enteró de que su libro era ahora el número uno en la lista del Times. Su novela era un best-seller.
Sonó el teléfono. Su editora. Buenas críticas, dinero sobrante, entrevistas, dinero sobrante. Sonaba feliz.
_Vete de vacaciones, cielo. Te las mereces_ le dijo
_Vivo en permanentes vacaciones_
_Bueno, ¡Haz algo distinto! ¡Tienes ahora un millón de dólares en la cuenta! ¡Haz lo que quieras, cariño! Un beso, me tengo que ir_

¿Haz lo que quieras? El significado le parecía tan banal, tan vacío. Ve de compras, mejora tu aspecto, cambia tu cabello. Al diablo.
La cocina se veía acogedora. Se sirvió una copa de vino y encendió un cigarro. Permaneció un buen rato así. Disfrutando ver el humo subir hasta el techo y arremolinarse allí para luego desaparecer. El contestador marcó un mensaje nuevo. ¿Había sonado el teléfono?
_Autora, tiene usted un soberbio estilo para escribir... _ ¿De quién era esa voz? No la conocía. Podría ser cualquier periodista, algún fan_ ...y sin embargo desmerece el dinero que producen sus obras. No es usted digna de llamarse escritora. Lo bueno de su estilo es mutilado por la estúpida trama de sus escritos, la superficialidad en la que cae su clímax y lo predecible del desenlace. El antagonista muerto no es más que un final hollywoodense. Y por ende, basura. Basura_ Parecía degustarse con la pronunciación de cada letra de la palabra. Basura._ No soy un crítico. No soy tampoco un periodista, y mucho menos un fanático suyo. Hágase un favor. Mátese en las próximas veinte horas. No espero que le asuste este mensaje, de verdad. Espero que le aterre_

El cigarro se había consumido entre sus dedos. Su respiración habíase tornado descompasada y su pulso acelerado. ¿Quién era dueño de esa voz? Tales palabras críticas y duras se parecían a las que solía usar el personaje de su novela. Para escribirlo se había inspirado en su marido, recordó. Y no era la voz de su marido. Su matrimonio había comenzado como la mayoría, color de rosa. Y luego... Luego dejó de pensar en eso. Luego dejó de pensar por completo. Demasiado dolor la había dejado, sin sabe cómo, en el psiquiatra. Le habían comprendido incluso cuando quemó el último libro. Cuando bebió una botella de cianuro con alcohol. ¿Quién era dueño de aquella voz? Miró hacia la chimenea encendida y trató de sentir el fuego en su interior sin lograrlo. No importaba, aún quedaba suficiente leña consumiéndose. "Hágase un favor. Mátese en las próximas veinte horas" ¿Era una amenaza? El contestador marcó un mensaje nuevo. El teléfono no había sonado. Estaba segura. Un escalofrío recorrió su espina al tocar el botón para escuchar.
_Autora, su tiempo se agota. Tiene diez horas. ¿Qué haría su antagonista en un caso así? Ah, recuerdo. Lo ha asesinado_ Un click cortó el mensaje.
¿Diez horas? No podía haber pasado tanto tiempo pensando su condición. Miró la chimenea, estaba apagada. ¿Qué estaba sucediendo? Cerró los ojos un momento para calmarse, al abrirlos no vio nada. Vacío total, obscuridad. Un abismo, tal vez. ¿Caminar? Ni pensarlo. No había nadie que escuchara sus gritos de auxilio. Nadie que acudiera a sus llamados. Nadie. Estaba sola. ¿Quién estaba jugando con su subconsciente? Meditó unos segundos. Respiró profundamente. El ruido del contestador marcando un nuevo mensaje la trajo de vuelta. Abrió los ojos de golpe. No escucharía nada, era una broma. Debía serlo. Golpes en la puerta. ¿Qué hacer? Abrir. Ignorarlos. Abrir. Ignorarlos. Más golpes en la puerta. Ignorarlos. Abrir. Cesaron los golpes. El teléfono zumbaba, parecía querer decir algo. Y de pronto,
_Autora, debería saber qué es lo que le sucede. Se ha encerrado usted en un espacio alterno. No tiene escapatoria. Debería saber también quién soy, cuáles son mis propósitos. Sí. Es una amenaza la que pronuncié hace trece horas. Si aún no sabe qué pasa, recomiendo se tire por la ventana o abra uno de sus libros. El que usted guste. Corre tiempo, autora_
Se abalanzó contra el librero. Volaron hojas. Volúmenes de novelas publicadas con éxito. Volúmenes inéditos. Encontró el que buscaba al final de la última repisa. El escalofrío recorrió su espina de nuevo.
¿Abrirlo? Lo que seguía definía su situación. Suspiró y levantó la tapa del libro. Al tocar la primera hoja, otro escalofrío la asaltó. Posó sus ojos en el primer capítulo y su respiración dejó de proporcionarle oxígeno.
"...Y es entonces, cuando al inicio de la historia, se termina el cuento. Una venganza en el futuro se había vislumbrado. La Autora de esta novela jamás pudo terminar su libro. Ni siquiera pudo comenzarlo. Habíase ahogado nuestro personaje principal en un mar de lágrimas y dolor desmedido. Tanto sufrimiento inundó su alma que olvidó su alma en un cajón en el que guardó su último escrito. La novela con la que siempre quiso  desahogar su ira, su desprecio hacia la raza humana, su inconformidad con los nulos sentimientos que le habían regalado envueltos en un paquete. La novela en la que asesinó a su personaje tratando de matar la memoria de su cónyuge. Y así, falló. Y su alma ha quedado recluída en aquel cajón. Sin darse cuenta ella, que su cuerpo yace tirado junto a la chimenea; repleto de químicos, repleto de alcohol, de nicotina, pero vacío al fin, ha dedicado unos minutos volátiles de su eterna existencia a leer lo que viene a ser su historia. Autora, me asesinó usted en su novela. Mi castigo no implica dolor, ni muerte ya que la vive en espíritu propio. Mi castigo es más bien consistente en ocultar su alma, retirarla de aquél cajón olvidado por usted y jamás retornársela. Bienaventurada sea, pues, en su búsqueda, Autora."

Treinta Minutos

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

"Cuando es imposible olvidar a alguien, es imposible. Y no hay nada que podáis hacer contra ello. Pero descubrir un sentimiento olvidado es algo más que descubrir una estrella lejana en el Universo." -D





Hay un zumbido detrás de la puerta. Y el café frío en la barra de la cocina delata el movimiento. Muero de ganas de ir a buscarla. No puedo. Está cerrado y hay un zumbido detrás de la puerta. Recuerdo aún cuando le miraba y sentía resplandecer sus ojos. Cuando le hablaba y sentía vibrar mi ser. Ahora todo se ha quedado tumbado en mi memoria, porque no la he podido volver a ver. Y siento su presencia tan mía como antes, a mi lado como antes. Pero no está. Se ha ido. Me abandonó y no hay nada que yo pueda hacer.
Miro las cartas que hay debajo de la puerta y recuerdo sus palabras románticas, originales. Recojo las cartas y hay un zumbido detrás de la puerta. Cuentas por pagar, deudas, más cuentas por pagar y más deudas. Pero al final de este desfile de papeles membretados y fríos hay una postal y una carta. Pequeña y sencilla, la postal retrata un pueblito en la montaña de algún lugar lejano. Abrí la carta con las manos temblorosas. Sabía de quién provenía. Reconocí su olor desde el primer segundo en que posé los ojos sobre aquél pedazo de papel ardiente de deseo. Volverá. Lo sé. Jamás encontrará a alguien que le haga vivir como yo. A nadie con quien mirar el cielo, tirados de borrachos. Quien la bese con la ternura con que yo lo hacía. No. Nunca. Es imposible. Pasamos demasiados bellos momentos juntos. ¿Que le he mentido? Sí. Le he mentido. Y se lo dije en la cara porque no podía verla a los ojos después de haber hecho lo que hice. Creí que encontraría apoyo en aquél ángel de castaño cabello y ojos almendrados. Y a cambio ella se marchó. No porque le molestara que yo la hubiera engañado, si no porque tenía motivos ahora para irse con quien había sabido ganarse su amor desde hacía mucho tiempo atrás. Pero eso no fue lo que dijo al cruzar la puerta. Dijo que me amaba. Y me dio un último beso de despedida. Yo corrí tras ella, bajé las escaleras hecho un loco. Perseguí hasta la esquina el taxi que tomó, y desistí hasta que mis piernas se doblaron del cansancio y desamor. Lloré y grité. Maldije al cielo tantas veces me fue posible, la desesperación que sentía yo no podría imaginarla nadie. No me sumergí en el alcohol, me sumergí en sus cartas, en los recuerdos. Y me embriagué de ella hasta que mi cuerpo dio de sí lo más.
Miré el papel, emocionado. Hay un zumbido detrás de la puerta. Sabía que había aceptado por fin que me amaba. Que me quería como yo a ella, que quería volver a verme, sentir mi piel bajo las yemas de sus dedos.

"Saludos, Alberto.
He pensado en lo que ha sucedido entre nosotros y no quiero dejar una impresión incorrecta en ti. Puede que nuestra relación haya estado repleta de problemas sin sentido, celos posesivos y noches románticas. Te repito, no quiero que guardes una impresión errónea de mi persona. Jamás te amé. Y te lo digo directo para evitar malos entendidos. Todo el tiempo que pasé contigo fue tan sólo una mentira, piedad.
Te deseo suerte en esta vida, tan larga y tediosa que suele ser.
-Amanda"

Mi alma sentí desmoronar en el momento de llegar a la cuarta línea. Miro ahora hacia la ventana, mis lágrimas comienzan a nublar mi visión. Y me pregunto cuál era la necesidad de enviarme tan obscuro correo. Hay un zumbido detrás de la puerta. Las gotas que resbalan de mis ojos mojan el papel, mojan la mesa. Fluyen sin pudor por mis mejillas. Y mi cabeza está a punto de estallar, y mis manos tiemblan. Todo mi cuerpo tiembla. No siento la sangre hervir aún, pero sí la frente. Los momentos que pasé junto a ella recorren a mil por hora mi mente, mi piel, cada poro y centímetro de mi cuerpo. Cada milímetro de mi alma. Hay un zumbido detrás de la puerta.
Sigo mirando la ventana. He resuelto, por fin, lo que debí hacer hace tanto. Escribo una breve misiva a mi amor no correspondido. El sol comienza a ocultarse, penoso, detrás de las nubes que avecinan lluvia. Es época de aguaceros y hace frío. Cojo la gabardina negra de siempre. Bebo el último trago de jugo que queda en mi refrigerador, no queda nada más. La fruta se pudrió antes de consumirla. El tiempo pasó tan lento y tan rápido a la vez. Hay un zumbido detrás de la puerta. Han pasado más de treinta minutos después de que abrí la carta, ya se hace de noche. La ventana sigue abierta, y abierta también su invitación. El frío se cuela y agita las cortinas como solía hacerlo en aquéllas noches en que ella y yo bebíamos vino tinto y cenábamos a la luz de una vela. Una sola vela. No se cuánto tiempo ha transcurrido. Pero la luna clarea e ilumina mi piso con azulosa fantasmagoría. Corro hacia ella. Siento la fría corriente de aire surcar mi rostro sin piedad. Ahora es en todo el cuerpo. Mi cuerpo emprende el vuelo cual murciélago en busca de su presa. Pero yo no voy en busca de una presa. La presa me ha comido ya. Y he descubierto que no había tal zumbido detrás de la puerta. El zumbido estaba detrás de mi corazón.

Memorias del futuro

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: ,

"Y son las memorias de un futuro que corre hacia atrás sin mirar hacia adelante..." D.




Quizás vuelvas. Quizás no.
Quizás te pierdas en el bosque de un pensamiento y jamás te vuelva a ver. O te ahogues en el río que evoca tiempos mejores sin lágrimas.
Quizás te rías de mi desgracia y disfutes del sufrimiento en el que se debate con agonía mi ser. O te consuele el saber que vagarán por siempre nuestras ánimas.
Quizás vuelvas. Quizás no.
Respira el dulce aroma del césped recién podado de la esperanza que aún guardaba para vos. Riega la semilla de aquél tiempo detenido que crecerá y se volverá la tortura más grande, y observa los restos de un sentimiento hecho trizas y revolcado por el viento de un destino incontrolable que te aleja.
Quizás vuelvas. Quizás no.