Cuento Corto para una Duda Inmensa

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: ,




Yo no entiendo el porqué, pero quizás algún día cuando ya hayan pasado muchos minutos y horas, lo entienda. Dicen que el viento susurra la verdad, pero he aguzado el oído en vano. Quizás tenías una buena explicación para dejarme, olvidarme en esta caja obscura y fría de soledad.
Tal vez, ajena a mi sufrimiento, te hayas conseguido a otro que te ame como yo intenté hacer. Yo no entiendo el porqué, pero quizás algún día lo encuentre, cuando te vuelva a ver rondando por aquí, tal vez con unas violetas en la mano, tus flores favoritas (y desde que lo supe, las mías también).
Te observo desde mi escondite sombrío y te sé cada vez que bebes café, amarga. Cada vez que bebes ron, risueña. Te siento, siento tu dolor, tus lágrimas cálidas. Y no entiendo el porqué, pero quizás es porque te conocí demasiado bien, te amé... más de lo que necesitabas. Ahora estoy aquí acostado en la obscuridad escuchando la lluvia caer y las raíces de los árboles extenderse hasta mi lecho.
Algún día te acordarás de mí y vendrás a visitarme, o tal vez bloquearás mi recuerdo.
Yo no entiendo el porqué, pero tuve, por alguna razón que morir antes que tú. Habiéndote querido tanto. Pero algún día estarás no muy lejos, en algún lote debajo del árbol que ya ha atrapado mi caja de muerto.




"Qué hermoso y frío el contacto de tus labios contra mi piel yerta. ¡Qué imposible se me hace ignorar tu inexistencia!" -D.

El placer del no estar

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: ,

"Texto sin pasado, presente ni futuro. El tiempo pasó a segundo plano y con él, la memoria" -D. 




Teníalo recargado en la pared de enfrente, desdichado, desgarbado y pensativo. Sumido en la tristeza que provoca la pérdida de la pieza que llena el lugar exacto en el baile espacial de la existencia compartida. Lo observaba, lo deseaba, podía saborearle con la mente. Psíquicamente llamó su mirada hacia ella, se entrelazaron ambas en el aire y luego cayeron bruscamente al suelo.
No era correcto (el momento, no el acto). El acto quizás con otra ubicación temporal se volviera hojuelas de papel y les sumergiría en éxtasis utópico, pero era ese el momento en el que exhalaban, y no otro. Era ése el lugar y no el imaginado por ellos algunos meses atrás, cuando la adrenalina de tener un compromiso y faltarle al respeto aún parecíales agradable; imaginando lugares, palabras y caricias que les excitaban y desalientaban. Perdiéronse el respeto, ganáronse mutuamente, mudamente. Y no el respeto con que la sociedad escrupulosa les tachaba de infieles e insolentes (indolentes), sino el que inhibe, aquél que les ataba las manos y los labios para tocarse con pasión abrupta.
Las miradas seguían clavadas en el suelo, las palabras atoradas en las gargantas o el estómago, el hígado quizás.
Finalmente ella se acercó, los ojos de él se iluminaron claramente haciendo un esfuerzo para no abrazarla.
-¿Por qué estás aquí?- preguntó ella
Sus ojos no perdieron el brillo, sus palabras parecían solamente decir y no preguntar un por qué, ni tampoco cuestionarse el amor por ella, la pérdida de respeto que podía continuar eternamente detrás del telón; pero la respuesta, tan corta pudiendo haber sido tan larga y resumida en un beso, tan significativa y a la vez vacía en realidad, apagó con falsa frialdad el brillo de los ojos de ella.
-Por el placer de estar- respondió él en un suspiro.

Khrěmatismós [Oráculo onírico]

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: ,

"La mejor manera de no decepcionarse es no teniendo expectativas" -D.




Cierra los ojos, tiene gripa mental. Ni las canciones más felices logran llegar a su médula, ni el calor más ardiente le saca ese frío mórbido y degenerativo. Se pudre, quizás, aún entre la helada de sus sentimientos. ¿Quién especificó que la temperatura baja conserva las cosas? Llora sin soltar una lágrima. Suelta ese miserable hedor a tristeza y gripe, mas no moquea, es un cadáver envuelto en pañuelos de mago que se desliza por la calle sin mirar a dónde dirige sus pasos, qué autos bloquean su camino. La gripa mental es una condición seria para personas de su tipo, desgarbado y amorfo, pobrecillo, tan parecido a un humano y tan diferente. Caos y organización. Luz y obscuridad. La dualidad del Universo conspira en su contra, pareciera recordarle que aún queda algo por buscar, un complemento para su rompecabezas de dos piezas. Pero no quiere decir que una persona llene el vacío, quizás un acto, un café que quedó pendiente, una gripa sin medicar.
Lo que sucediera con su laringe reseca, casi cayéndose a pedazos, no es de la incumbencia de nadie. Ni lo que sucedió con su pulmón izquierdo ahumado, tampoco con su hígado medio raquítico. A nadie le importa cómo se metió esa varilla en el corazón onírico, ni por qué se lo amputaron sin decirle que no había prótesis en existencia. Su pelvis se hincha sin razón alguna, y al final (como siempre), explota. Sus dedos se enmohecen por exceso de caricias sensibles guardadas en las yemas, y se taponean las venas de su palma hasta formar un ojo en el centro de ella.
Mira a su alrededor y no ve nada, la palma se encuentra contra el piso. Aguza el oído, y el silencio le hiela. No hiela sus ojos, ni su palma, tampoco su oreja, mucho menos su boca. Su alma, contenida desde hacía mucho tiempo en una lata oxidada bajo tierra, es lo que ha terminado por congelarse. Los espaguetis retoman su vuelo por entre sus entrañas, la manzana que se comió hace unos días se halla en el suelo, intacta.

¡Preparaos, soldados, para la batalla! 
Son el pelotón de reserva. Lo saben de cierto, el colapso es inminente. Y sin embargo toman sus fusiles, se ajustan los cascos y galopan hacia el axioma de su muerte.
¡Pelotón, adelante!
Un grito grave cruza las balas, los estallidos y las lamentaciones. No ha salido de una garganta. Las balas cesan, las explosiones enmudecen y el humo se detiene en su lugar. El grito ha exacerbado el hielo que funde las caras en una sola masa informe. Todos los miembros amputados (el corazón onírico incluido) se mezclan y se vuelven un coágulo sangrante de decepciones, horror, victoria y adrenalina bélica. La masa de caras y miembros se desplaza lentamente ante las palmas atónitas de los soldados.
La masa se va. Los soldados sueltan las armas y se abrazan arrepentidos. Lloran a los caídos, se dan la mano sin importar su bando. Y la marcha fúnebre comunitaria comienza.

Abre los ojos, aún tiene gripa mental y fiebre, pero despierta por fin.

Anonimato y llamadas

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

"Nunca dejes de contestar, puede ser importante" -D.


4:30 am.
-¿Aló?
-Buenas noches...
-¿Quién habla?
-Busco a la señorita Leonor, ¿se encuentra?
-Ella habla, ¿para qué asunto es? Es de madrugada ¿Sucedió algo con mi madre? ¿De dónde llama?
-Antes que nada, deseo decirle que el motivo de mi llamada no deberá provocar en usted alteración alguna, es una despedida- Silencio del otro lado -La comunico- Más silencio y un par de beeps antes de que una voz familiar la saludara del otro lado del auricular.
-¿Leonor?
-¿Rubén? ¿Por qué llamas a esta hora? Son las tres y media de la mañana, espero sea importante- dijo aún medio dormida
-Cariño, no tengo mucho tiempo. Debo..
-No me llames cariño. Ve al grano, ¿qué pasa? Si Alfonso se despierta te mandará muy lejos.
-...sólo quiero decirte lo mucho que aún te amo, lo mucho que jamás dejaré de amarte. ¿Comprendes eso? ¿Es suficiente directo para ti? Por eso héme aquí, llamándote enmedio de la noche, mirando tu ventana como si fuera la primera vez, por un motivo que te parecerá idiota pero no lo es. Y sabrás dentro de poco el motivo de esta despedida.
-Rubén no me vengas de nuevo con tus estupideces suicidas. No volveré contigo, estoy casada. Casada, métetelo en la cabeza- se levantó de la cama dispuesta a colgar pero se acercó a la ventana e hizo a un lado la cortina. La luz azul de la luna combinada con el amarillento haz del farol de la calle la hacían ver un poco demacrada. Cómo pasan los años -¡Lo nuestro terminó hace años ya! Olvídalo por favor- Podía ver la figura desgarbada del hombre parado en medio de la calle hablando por teléfono, no podía distinguir sus ojos, pero sentía su mirada. Sin duda era él, jamás olvidaría esa mata de cabello...

-Leonor, te amé, te quise. Fuiste mucho, significaste tanto y tantas cosas. Gracias, adiós y buenas noches.
La figura se alejó caminando tranquilamente, con ese andar tan suyo perdiéndose entre la sombra de la madrugada. Ella se sentó en la orilla de la cama. No había más sonidos que el de los grillos y la respiración acompasada de su esposo. Suspiró y recordó los románticos momentos que vivió alguna vez con Rubén. Sacudió la cabeza como intentando evaporarlos y se metió a las cobijas.

9:30 am.
Alfonso se levanta, como todos los domingos, a hacerle el desayuno a su mujer. Al regresar a la habitación se da cuenta de que sigue dormida. Intenta despertar a Leonor con palabras suaves y caricias, es inútil. Su esposa siempre ha tenido un sueño pesado después del estrés de la semana.

1:20 pm.
Entra a la habitación sin hacer ruido.
-Querida, ¿te sientes mal?
No hay respuesta. Comienza a preocuparle el sueño prolongado de su esposa. Intenta en balde despertarla una vez más con palabras suaves. La sacude y grita mientras gruesas lágrimas ruedan por sus mejillas. Sabe que está muerta, sabe que no volverá. Lo que no sabe es que a las 4:30 de la madrugada él también recibirá una llamada, una última oportunidad de Leonor para despedirse de él.

Esto no es una nota suicida

Author: Devendrah / Pequeñas memorias:

Pensando en qué sucederá no llego a nada. Lo sé, y no hago nada. Arriba cara, abajo ánimo y la vida sigue. No nos interesa el rumbo de la humanidad, estaba determinado desde que el hombre comenzó a existir, final desde el principio. Esto no es un texto irreverente, no es una queja, no es mucho menos una crítica a la patética y miserable raza humana que irónicamente es más raza que humana.
¿Qué esperan? Dejen de mirar al infinito, catatónicos. ¿Qué esperan? ¿Un halago? ¿Una oda a la vida? ¿Qué significa para usted, lector, la vida? ¿Tiene acaso sentido mencionarla después de determinar tajantemente que terminará de manera definitiva, que estaba escrito desde que la humanidad comenzó a crecer como un montón de conejos? Dejen de mirar al infinito. No hay un infinito para una hormiga, tampoco lo hay para nosotros.
Podríamos ponernos serios y decir que esto es muy duro para el mundo, para el lector. Que también es un poco exagerado juzgar de esta manera tan trivial nuestra existencia sobre la faz de la tierra. Gracias, puede retirarse.







¿Sigue aquí? ¡Qué valor el suyo, lector mío, el de continuar leyendo mis ofensas hacia su (también mía) existencia! Por eso ahora le respeto, lector. Comprenderá usted que mi odio actual por la humanidad radica simplemente en un estado de ánimo poco equilibrado, sí. Pero mi teoría sobre la vida no cambia, no. Que el mundo gira, sí. Que hay calentamiento global, pobreza, injusticia, hambre, inundaciones e innumerables desgracias y aberraciones, también. Pero restémosle importancia a lo que no la merece. ¿Qué somos? ¿En qué nos hemos convertido con el paso de los años? ¿Años? ¿Por qué no siglos?
Hemos llegado al deprimente y patético extremo de valorar un pedazo de papel impreso. Cambiamos el trueque de comida, y ahora damos un cachito de metal "barato" a cambio de lo que sea. Un mísero pedacito de metal que no vale su peso. Hemos llegado al punto de conservar virus erradicados.. por si acaso. Desarrollar algo que sea capaz de aniquilar millones de personas en segundos, y peor aún, perfeccionarlo. Dígame, lector, que es falso. Se lo imploro. Y quiero que me mienta con la mejor cara seria que tenga. Hágalo de tal forma que me lo crea, que se lo crea. Creé usted su propia idea y luego regálemela, no me la venda, no tengo con qué pagar una idea.

Adicción. Negación.

Author: Devendrah / Pequeñas memorias:

Hoy. Hoy no tengo ganas de contar una historia, de componer un verso profundo, de idealizar a alguien y luego destazarlo con palabras. Hoy. Hoy no tengo ánimos para levantarme de la silla, abandonar la cama, pintar al óleo. Hoy quiero terminar con la cajetilla de cigarros mientras veo llover dentro de mi habitación, el sol salir debajo del árbol frente a mi y cubrirme con la cobija de lana que dejé sin terminar.

Hoy no siento la electricidad recorrer mis venas, no quiero cantar. No quiero bailar ni gritar como loca qué tan feliz me siento, no quiero conocer gente ni entablar conversación. Hoy todas las palabras suenan extranjeras, idiotas, vacías.
Este día se ve invadido de una niebla que sube en lugar de bajar, por arañas que pasan por debajo de la puerta. Hoy comienza un nuevo ciclo existencial. Hoy hay cambios, hoy hay retrocesos. Hay cosas que empeoran, no hay mejoras. La fiebre amarilla sigue en la lata del buró, la ceniza de los porros continúa en los estantes y los libros... los libros yacen inmóviles. Muertos de sobredosis, apuñalados por la espalda, perpetrados por ojos curiosos y estúpidos.

Hoy. Hoy no tengo ganas de llorar. No tengo siquiera ganas de escribir más allá de estos renglones. Hoy no, mañana.. quién sabe.

A una ortiga marchita

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: ,

"Heridas paralelas. Conexiones mentales, llamadas telepáticas. Recuerdos que fluyen y conforman una novela de terror en la que el final sigue aún sin escribir..." -D.


Si un alma supera la tristeza
cuando otra alma le ingiere, le escupe
a la cara, le deja perpleja,
y regresa, y el mismo dolor siente,

es entonces que el alma sobrevive,
ríe. Encuentra otra que en el infierno,
sin censuras, el mismo horror transcribe.
Otra alma, sui generis, raya en lo tierno.

Siente, alma herida.
Escucha tu propia sangre correr,
trepar las paredes para luego caer
sobre los ojos dormidos de aquélla
a quien amas con locura.

Que aquél ser invertebrado, demonio
que robó tus sueños, sepa
que una mirada tuya, por tierna que sea,
haríale ver dentro de su insensible materia.

Y que llore. Que sufra. Porque
sólo aquélla alma insensible deja de serlo
cuando comienza a sufrir por otra.
         





"Inspirada por un escrito dedicado a las memorias enterradas que hoy, como muertos vivientes, salieron del sarcófago y no me dejarán dormir, escribo esto... no como una disculpa. Mucho menos como un intento de poema de arrepentimiento, más bien como una carta extraña. Como las muchas cartas sin entregar que yacen ocultas en un cajón, con la diferencia de que el remitente aquí no existe, pero el sentimiento sí"  -Devendrah

Tercer Parte del Viaje: La Carretera

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

 "Al caer en la inconsciencia del sueño, el alma escapa a encontrarse con otras almas. Se juran y prometen volver a encontrarse, esta vez, acompañadas de sus cuerpos conscientes" -D.




¿Acabará pronto? ¿Acabará algún día? Día. Aquí parece no haber ni sol ni luna, ¿cómo decir si ha pasado un día de viaje, o dos, o veinte? No me interesa a fin de cuentas. No habrá retorno y la carretera que recorro parece deslizarse por sí sola a velocidades vertiginosas. Es un río de pavimento que hago hervir con el sol que imagino. Suelen decir que a tientas todo transcurre de manera más lenta. Mienten, todos mienten. Y mienten incluso en sueños.
Por extraño que parezca he habitado en sueños ajenos. La hilaridad que me provoca la reacción del soñador al verme dentro de su subconsciente es absolutamente hermosa. Ahora me divierto observando sueños disparatados que asoman por las puertas a los bordes de la carretera. Cada uno posee una pizca de realidad que se mezcla hasta casi desaparecer con los deseos más ocultos, las pasiones negadas, los miedos, ansias y mensajes subliminales. Todo se adereza con ficción televisiva, acción literaria y drama de teatro. Las puertas se extienden hasta donde alcanza la vista; algunas contienen pesadillas y puedes escuchar los gritos de quien sueña, incluso hasta la carretera. Nunca me agradó tener pesadillas y prefiero evitar esos umbrales.
De pronto me pregunto qué sucederá con aquellos sueños cuyos dormidos, al despertar, concluyen que no han soñado en absoluto. ¿Serán puertas escondidas? ¿Obscuridad?
Continúo mi camino, el viaje en el que todo papel protagónico, antagónico, secundario e incidental se resume en mi. No hay problemas causados por alguien más. Estamos juntos mis necesidades nulas y yo.
Ahora la carretera ha disminuido la velocidad de manera abrupta, así me doy cuenta de que no soy yo quien avanza, si no ésta la que me hace avanzar.
Puedo observar con detenimiento un sueño en especial. Es una mujer la que sueña. Dentro de la puerta se sueña hombre. Se mira al espejo. Como en una película, se ve de espaldas frente al cristal. A pesar de ser un hombre el reflejo muestra otra mujer. No es ella, no es él. Obscuridad.
Al parecer la cuestión quién soy le ha causado demasiada impresión y decidió despertar. Tal vez tiene miedo de preguntarlo, o averiguarlo. La puerta se cierra detrás de mi.

Miro al frente y vislumbro un punto luminoso. Sin darme cuenta he hecho anochecer. El punto comienza a hacerse mayor lentamente, pero aún me queda tiempo para echar un vistazo a otra puerta.
Introduzco la mano que sostiene mis ojos y espero a que se forme la imagen.

Es un sueño nítido de colores estridentes. Aún no sé si el soñador es un él o una ella. Camina por el pasillo, que es rojo de piso a techo, silencioso. Hay puertas a ambos lados, más pasillos con más puertas y esquinas que no parecen tener lugar ahí. Colgados en las paredes, unos cuadros estrambóticos y una lámpara sobre ellos.
Ahora sé que es un él. Alarga la mano para abrir una de las puertas y luego caer en un inmenso vacío. Aterriza frente a tres umbrales de feria con cortinas verdes, con un número amarillo en el centro, y marcos bicolor. Hay un guardia por cada umbral, sus trajes consisten en pantalón y saco a rayas anchas y monocromáticas. Todo parece torcido, incluso ellos. Una música de carrusel inunda el espacio, es cómico cómo las ferias pueden ser divertidas y aterradoras al mismo tiempo. Ahora el hombre debe hacer una decisión, una de las cortinas. ¿Un premio, quizás, aguarda detrás? Siente terror.

Mis observaciones son interrumpidas por un alto repentino de la carretera. Saco con cuidado mis ojos y veo que el punto luminoso se volvió una caverna de luz. He llegado a mi primer destino en este viaje. Cierro el estuche de las impresiones y me preparo. Es hora de disfrutar del espectáculo.

Segunda Parte del Viaje: La Partida

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

"Se busca gente con tenacidad para comenzar peregrinaje masivo a la libertad irreal. Interesados, para identificarles, favor de usar la corbata de la indiferencia inteligente ante lo dictado por la sociedad " -D.





Todo dispuesto. Unas sogas, una navaja bien equipada, pastillas por si cualquier cosa. El ánimo a flor de piel, las palabras grabadas en la mente. En el momento menos indicado me viene a la mente la monja. Venía a enseñarle a mamá a hacer galletas y rompope, platicaban horas en la cocina con el sol de media tarde entrando por la ventana dándole un toque dulzón a las cortinas de encaje y la mesa con mantel de cuadritos. El aroma de la repostería en el horno y las palabras ininteligibles de la hermana de la Santa Caridad. Los pájaros cantando y la tranquilidad acogedora de la cocina inundan mi cabeza en éste, el peor momento para sentimentalismos. ¿Qué habrá sucedido con la monja?
Pero terminó. No tengo ya los cuatro años con que contaba entonces. No creo más en las palabras de la monja cuyo significado he comprendido y desechado. Mamá ya no hace galletas y fuma todo el día frente al televisor sintonizado en comedias de quinta. ¿Qué sucedió con esa monja? ¿Qué sucedió con la tranquilidad que ella traía al hogar? Aún me lo pregunto.
Es hora. No habrá despedida. Con todo dispuesto comienzo éste, el viaje que cambiará algo. Lo sé. Con mi partida quizás modifique la rutina sedentaria de mamá. Quizás olvide el hedor a nicotina y alquitrán tan penetrante. Tal vez el olor dulce de las galletas lo remplace y regrese entonces el ensueño de las tardes soleadas y también la inocencia y amor con que creía a pies juntillas todo lo que la monja decía.
Una última mirada al espejo. A donde voy no los habrá. No hay necesidad de ellos, todo es más simple, menos vano. Una última mirada al espejo para recordar quién soy, quién fui y cómo era este yo antes de irse.
Vuelven a mi cabeza las palabras de la monja. ¿Debo honrar a mis padres? ¿Al padre inexistente? ¿A la madre ausente? Lo pienso un momento, me doy cuenta de que si sigo reflexionándolo me arrepentiré y mi viaje pasará a ser un sueño, me quedaré aquí a vivir la monotonía.
Todo dispuesto. Recuerdo que la última decisión importante que tomé entre estas paredes fue la de qué juguete pedirle a los Reyes Magos, todas las demás fueron hechas en mi estudio, mi único escondite. Importancia. ¿Qué es si no un orden autoritario que nos empeñamos en darle a las cosas? ¿De qué sirve el orden al final de cuentas? La Naturaleza no tiene un orden estricto. Toda mi vida se basó en un orden absurdo que por fin me he dado cuenta que debo romper. Ahora. Hoy.
El adiós es mental. La partida es real.

Primera parte del Viaje: La Nota

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

"Calmad vuestras ansias, que el Inicio de este camino es el Final de muchos otros" -D.



...Y la ansiedad te pone la mano tan temblorosa que deslizas la pluma y las letras fluyen ininteligibles. Luego tu estrés se calma, tus nervios se relajan y tu respiración se vuelve acompasada. Escribes tus deseos, tus anhelos, dejas parte de lo que resta de tu alma sobre ese trozo feo de papel, tu papiro improvisado, esa nota.
La dedicas. Dudaste sobre cómo iniciarla, era un momento decisivo y sabes que no podías cometer errores a esas alturas. Una vez que lo lograste el resto siguió fluyendo de manera natual y cuando llegaste al final sabías que te habías arrepentido.
Empacas tus memorias, tus sentimientos, cierras el esctuche y comienzas el mejor viaje que alguien puede hacer jamás. Cuando encuentren la nota quizás se pregunten el por qué y lloren. Pero no sabrán que todo fue cuidadosamente planeado tal como siempre quisieron todo. Hasta el más mínimo detalle fríamente calculado para evitar imprevistos.
En el camino te preguntarás si el viaje lo inciaste al nacer, si fue una decisión correcta el iniciarlo antes de tiempo, si volverás. La cosa es que la respuesta la encontrarás cuando alcances la parada final, la equis en el mapa que da fin a tu línea punteada. Y entonces sabrás y no le dirás a nadie para que cada uno viva su propia experiencia. No quieres arruinar la diversión. El viaje apenas comienza.





"Disculpen ustedes la falta de... profundidad de la fotografía. Fue una elección rápida" D.

Única Dosis

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: ,

Te pienso.
Y te miro en el cielo,y
en el café frío a mi lado.
Y la música se me pudre cuando
pienso en que te fuiste.
¿Por qué te pienso?
Y muero por dejar de morir
mientras siento que el aire frío
y tu fantasma entran por la ventana.
Te pienso.
Y no quiero pensarte mas que
cuando te tenga enfrente.
¿Y todo esto por qué?
¿De dónde me salió lo cursi?
¿Lo nostálgica?
Y te pienso, y te re-pienso, carajo.
No digas nada, es un secreto ésto
que te escribo.
No digas nada, te pienso.
Y no te fuiste, te llevé.
No digas nada, te pienso.
Y tu fantasma
no es el que entra, soy yo.












"¿Qué? ¡Sí! Puedo ser cursi. Es sólo que cuesta bastantes cafés, unas noches sin dormir y una persona interesante.. Pero disfruten, porque pasará mucho tiempo antes de que vuelva a hacer esto." -D.

Cuento corto para un Descanso Inexistente

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

"La ansiedad nocturna es como una chica guapa. El insomnio es algo así como.. su marido. La desesperación es su amante" -D.




No puedo dormir. Siento ansiedad, horrible ansiedad. No puedo dormir, no puedo, no puedo... dormir.
¿Qué hacer? ¡Quiero dormir! ¡Son las tantas de la madrugada y no he pegado el ojo! La boca me sabe a café negro, a cigarro agrio, a tierra mojada. ¡No puedo dormir! ¡Alguien hágame dormir, por favor! Cállense, les imploro. Déjenme dormir. Vueltas y vueltas a las ideas, recuerdos, malas y buenas decisiones. Vueltas, retornos, glorietas y vericuetos del pasado, del presente abochornado.
¡Quiero dormir! ¡Por favor! ¡Alguien hágame dormir! Présteme alguien su somnolencia por media hora, ése alguien que cabecea en la carretera mientras conduce, ése otro alguien que bosteza hastiado mientras maneja esa gigantezca sierra eléctrica. ¡Alguien présteme, alquíleme su somnolencia! Mis ojos se hallan cerrados, mi cuerpo yace sobre.. ¡Quiero dormir, carajo, cállense! Siento ansiedad, horrible ansiedad. Un sentimiento muerto me recorre de pies a cabeza, por favor. Necesito descansar ya. Y mis pensamientos giran.. giran. Cambian, se eclipsan unos a otros. No encuentro al que deseo darle mayor importancia. ¡Quiero dormir! Esa es mi prioridad en este momento. Y mis párpados se hallan cerrados, mi corazón inmóvil y la tierra que cubre mi ataúd también. ¡Quiero descansar! ¡No puedo dormir! ¡Hagan favor de callarse allá arriba!


"

Cuento corto para un Espíritu Roto

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

"Me agradan las tardes lluviosas. Me recuerdan tanto a los velorios..." -D.



Le pegué, lloró y se fue. Ahora estoy yo solo, con mi vaso en una mano y un libro en la otra. Camus, El Extraño. Extraño me siento yo al contemplar la mano que sostiene el vaso. Tan distinto a la otra, incluso mis manos sonpolos opuestos, una sostiene invariablemente el vicio  con la otra acaricio el piano o las páginas de un libro. Le pegué, lloró y se fue. Mi ego me impide ir a buscarla, y mi mismo ego ruega por llamar a S. No. Prometí no hacerlo. Le pegué, lloró y se fue. Y en cuanto cruzó la puerta con sus valijas en las manos, juré que le guardaría el cuarto intacto. Y juré que por lo menos intentaría mostrarme afligido a su partida. Juré que en los días consiguientes no llamaría a S., no intentaría llenar el vacío que me dejó, con otra. Llamar a S. sería lo más predecible después de que ella cruzara la puerta.
Le pegué, lloró y se fue. Aún tengo sangre en la cara, mía. La sangre, no la cara. La cara me parece tan... ajena, de loco. Estoy loco, siempre lo he estado, no sé por qué me parece diferente. Antes de irse, me golpeó. Con lágrimas de rabia en los ojos, me rompió una botella en la cabeza. No recuerdo sus últimas palabras. Todo comenzó a nublarse con mis ojos al nivel del suelo. Sólo sé, y recuerdo bien, que le pegué, lloró y se fue.

Siempre

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

 "No me parece sensata tu opinión sobre mi. No me parece sensata mi opinión sobre ti. Parece que nada me parece sensato el día de hoy... ¡Bien! Ya que estamos de acuerdo: No me parece tampoco sensata nuestra existencia" -D.




 
-Te traje chocolates. Los que te encantan- dijo sonriendo
Ella lo miró, perdida.
-Cariño, ¿me reconoces?- repitió
Parpadeó, aún perdida. Y después de un rato asintió y sonrió.
-Querido, que bueno que has venido hoy. Tenía el presentimiento de que no vendrías. Veo que me equivoqué. Siéntate.
-Dime, cariño, ¿cómo te sientes el día de hoy?
Ella miró hacia la ventana y calló por bastante tiempo. Cuando se dignó a mirarlo dijo fríamente.
-¿Quién eres? Hoy.. no tengo ganas de verte. No siento deseos ni de mirarte, ni de acariciarte. Para mí, has muerto. No sé si has muerto de verdad, de muerte natural, si te he matado, o si... cualquier otra cosa. Hay un telón negro delante de mi. Quizás sea rojo del otro lado, quizás no. ¿Interpretas mis palabras? Error. No puedes. No hay sentimientos ocultos aquí, ni necesidad de cariño o afecto. Quizás me haga falta un beso, o dos. Pero sobrevivo, y no me interesa si piensas que no vivo... que no vivo  como tú. Persona hueca. Siento deseos, sí, de insultarte. De lanzarte una silla a la cara y ver tranquilamente cómo caes al suelo. Siento deseos de mirar cómo te desmoronas y mueres. Siento deseos de muerte. 'La muerte derrota muerte' se dice. Si te asesino de nuevo, liberaré a mi espíritu putrefacto? ¿Conseguiré con ésto, uno nuevo? Bah. Para lo que sirve mi espíritu.
-Pero... sabes que yo te amo.
-¿Me amas? Sinceramente contengo la risa. Lo intento. No, olvídalo. Dejé de reír hace mucho. Si lo hubieras mencionado entonces, quizás sí hubiera intentado contenerla.
-¿Qué ha sucedido contigo? ¿Por qué el cambio conmigo? Eres... distinta...
-¿Distinta a qué? ¿A lo que solía ser?
-A las demás. Por eso te quiero. No eres como...
-¿Normal? Eso esperaba que dijeras. Como si tú mismo fueras normal. Hoy no tengo ganas de mirarte a los ojos. Vete.
-Por favor, no me hagas esto. No hoy, cariño.
-¿Qué día es hoy?
-¿Cómo puedes olvidar...?- se detuvo, como remordiéndole la conciencia -Lo siento. Me iré ahora.
-¡Vete! Ni siquiera sé qué demonios haces aquí. ¡Largo! O llamaré a... alguien que te largue de aquí. ¡Vete! Ni siquiera sé quién eres.
-Adiós, cariño.
-No me llames cariño. No necesito caridad, vete.
-Te... quiero.
-¡Lárgate!
Cerró la puerta tras él. Sus pasos cortos por el pasillo y su bastón resonaron. Las enfermeras lo vieron marcharse por última vez. El portero le sonrió dulcemente.
-¿Volverá mañana, Don?
-No lo creo, Fidencio. Se agrava su situación. No me reconoce.
-Lo lamento mucho. Que tenga usted un bello día. Abríguese, que hace bastante frío.
-Sí, Fidencio. Lo haré... lo haré
Las lágrimas corrieron una vez más por sus mejillas. Y marchó en silencio hasta su casa. Parecíale poco el tiempo que pasó con ella ahí. En realidad había sido muy poco. Unos años y luego se enteró de su... padecimiento. Recordó, triste, su última frase cariñosa.
-Llámame siempre 'cariño'. Por enferma que me halle, siempre, siempre te recordaré.



"Hoy me siento inspirada: 'Siempre'. Otra vez el maldito tiempo. Siempre, nunca. Díganme ustedes qué define el siempre o el nunca, ¿los actos repetidos? ¿el tiempo paralizado? ¿el tiempo en constante movimiento? " -D.

Bruxismo

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

"Razones sobran para pensar que la vida es adúltera, malagradecida. Es una prostituta que se para en una esquina y se va con el primero que le apunta con una pistola, la amarra con una soga, o le da una cuchillada. Y yo que le quería. He perdido el amor por la vida. Por una vida que jamás profesó siquiera un ligero afecto por mí" -D.




Abrió la boca, soltó un grito y se le escapó el alma. Esa pequeña y frágil almita que habitaba dentro de él haciéndolo orgulloso.. no tanto, simplemente poseedor de una dotación de sentimientos. Ahora se había escapado, harta de su tarea hipócrita. Se sintió por mucho tiempo atarapada en una especie extraña y deforme de caja de Pandora, ahora no se sentía ni siquiera así. Simplemente tenía curiosidad por saber el aspecto del mundo exterior, el mundo en el que los cuerpos parecían, sólo parecían, gobernarse a sí mismos con absoluta libertad, inclusive pareciendo tomar decisiones visceralmente. Pobres idiotas. Muy dentro, en sus profundidades recónditas, algo en ellos les impulsaba a tomar las medidas necesarias para cumplir los caprichos del alma. Nada era visceral. Las 'fallas' no lo eran en esencia, todo estaba planeado desde un inicio. Ya para resultar como una moraleja, ya para cambiar la forma del cuerpo que contenía el alma. Pobre idiotas.
Mientas se alejaba de su prisión hecha de carne y tripas, experimentó una sensación de absoluta viveza, libertad, tranquilidad. Viajó por encima de muchas cabezas humanas. Muchas de ellas hacían cosas terribles que jamás había visto, desde que las almas no pueden ver a través de los ojos humanos, lo que comandan, prisioneras en un aparador. ¡Pero las almas de esos humanos debían impedir semejantes atrocidades! ¡Ésa era su encomienda! A menos que... no. No era concebible para esa pequeña y egoísta almita voladora, exploradora del mundo humano, que un alma alcanzara un estado de putrefacción tan... no. A pesar de haber tenido un contacto nulo con otras almas era impensable tal cosa. No creía posible el deceso de un alma... Sintió una punzada en el cuello.
Siguió recorriendo campos, callejones. Disfrutando a medias el paisaje a causa de la constante punzada en la nuca. Nada le impresionó tanto como la brutalidad humana. Sintió una punzada aún más fuerte. Olvidaba el motivo por el cual había abandonado a su cuerpo. No recordaba su última orden. No recordaba... nada. Una punzada más fuerte le nubló la vista. Debía... evitar algo. Sí, eso era. Evitar algo. Una última punzada le hizo desvanecerse en el abismo eterno en el que caen las almas que abandonan un cuerpo que las necesita para una decisión importante. Una última punzada le recordó lo último que debió hacer antes de abandonar el cuerpo.

A lo lejos, desde un cobertizo asqueroso al cual entraba un mísero rayo de luz por un ventanuco, un tipo apuntaba con una pistola a su hijo, bastardo según su reclamo. Abrió la boca y profirió un grito, pero su alma no volvió. Jaló del gatillo.

Un Cuento Corto para Una Mirada Infinita

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

-¿Puedes verle? A través de la ventana, allí está.
-Eso no es una ventana.
-¡Claro que es una ventana! Y detrás de ella se encuentra lo que estás buscando.
-No busco. No veo. No es una ventana.
-Tú y tus negativas ¡Allí está! Esfuérzate.
-No hay nada.
-Sí que lo hay. Vamos, mira... No, no mires, observa.
-No veo nada, la luz me ciega. Es demasiado fuerte. No veo. ¡Mis ojos! ¡Me quema!
Se alejó caminando rápidamente mientras se enjugaba los ojos.
-¿Ves ahora? ¿Qué ves?
Siguió tallándose los ojos y, tras parpadear un par de veces, sollozó con voz entrecortada.
-No veo nada. Todo es obscuro. La luz ha calcinado mis ojos.
-Asómate a la ventana. ¿Qué ves?
-¡No es una ventana! ¡No busco! ¡No veo! ¡Estoy ciego!
-No busques antes de llegar a la ventana. Allí está. ¿Qué ves? ¡Mira! ¡Mira!
Tímidamente se acercó a su amiga.
-No quiero buscar. No buscaré. No veo.
-Asómate. Allí está lo que buscas.
Agachó la cabeza y se asomó. Sorprendido, no dijo nada.
-¿Ahora lo ves?
-Lo veo.
-¿Qué ves?
-Veo... la ventana. Veo... lo que buscaba.
-Yo también encontré lo que buscaba a través de esa ventana.
-Vamos por él.
-No.
-¡Vamos! ¿Qué pierdes?
-Vamos.
Dieron el paso decisivo.


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LA JORNADA 25 DE JUNIO DE 2010

El pasado 24 de junio del año en curso, un par de ciegos, una mujer de aproximadamente veinticinco años y  un hombre casi de la misma edad, brincaron de un edificio ubicado en la calle Thiers de la colonia Anzures. Sus cuerpos aún no han sido identificados debido al terrible estado en que fueron encontrados después de caer de semejante altura.
Se piensa que este es uno de los múltiples suicidios ocurridos en la ciudad, como parte de una protesta en contra del gobierno del presidente F. Calderón y su lucha despiadada contra....

La Deuda

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

"Quizás he dejado deudas sin pagar, quizás las siga dejando, ya que mi alma no concibe mayor deuda que la de mi existencia y no sé a quién agradecer... ¿o culpar?" -D.




No era un restaurante elegante. Para elegancia hubiera ido al centro de la ciudad. Caminó, desgastó sus finos zapatos de piel y lució su carísimo traje de marca mientras caminaba por aquél lugar olvidado por la civilización y la belleza de la metrópoli. Un letrero de neón azul brillaba a medias sobre la entrada indicando el nombre y una carpa medio amarillenta medio negruzca cubría las puertas de aluminio.
La barra estaba casi vacía, pero las mesas estaban repletas. Muchos hombres y ninguna televisión encendida. Todos bebían algo, cerveza, whisky barato o por lo menos un café casi transparente. A pesar de tanta gente no se escuchaba el usual bullicio del comensal que habla mientras sorbe su bebida, sólo se escuchaba un leve murmullo que parecía lejano, no proveniente del mismo establecimiento. También lejano, el siseo de algo frito en la cocina y un lavaplatos que sonaba a carcacha maltrecha. En la radio Janis vociferaba sus deseos de un Mercedes y alguien tarareaba en la cocina.
Tomó asiento y esperó. Sus dedos tamborilearon el ritmo de un blues cósmico mientras esperaba que alguien le atendiera. Miró la fila de cucarachas recorrer el largo del lugar sobre un piso grisáceo. Al levantar lentamente la mirada vio unas largas piernas femeninas totalmente desnudas a excepción de la falda azul y el delantal blanco. Miró el reloj, las cinco de la tarde.
-¿Qué desea?- preguntó ella con la voz más dulce que había escuchado en su vida entera
Él no respondió. Por un instante sus ojos quedaron fijos en los de ella, sintió su respirar, su suave tacto.
-La deseo a usted- dijo casi  mecánicamente y luego se arrepintió. Los ojos de ella se abrieron con sorpresa antes de que diera media vuelta y se alejara rápidamente.
Confuso por su propia respuesta, apoyó los codos sobre la superficie encerada de la barra. ¿Era él? ¿Qué extraña fuerza le poseyó para echar a perder... cualquier cosa? Maldita sea.
-¡Señorita! Un café por favor- gritó desde su lugar.
No estaba ebrio, ni siquiera había probado alcohol en los últimos meses. Encendió un cigarrillo, quizás la chica volvería y le daría el café sin decir palabra, sin mirarle a los ojos. Quizás estaba acostumbrada, quizás lo había...
Esperó. Tamborileó una melodía que transmitía la radio mientras miraba la fila de cucarachas en el piso mugroso lleno de manchas de infinitos derrames de comida. Al levantar lentamente la mirada vio unas largas piernas femeninas totalmente desnudas a excepción de la falda azul y el delantal blanco.
-¿Qué desea?- preguntó ella con la voz más dulce que había escuchado en su vida entera.
Guardó silencio unos momentos, miró sus hermosos ojos. Sintió su respirar, su tacto. Le imaginó caminando de su brazo por una eterna calle escoltada de faroles nevados.
-Un café- dijo con aire soberbio, y luego se arrepintió. Los ojos de ella le observaron sin emoción alguna antes de que diera media vuelta y se alejara rápidamente.
Confuso por su propia respuesta, apoyó los codos sobre la superficie encerada de la barra. ¿Era él? Siempre pensó que la peor manera de intentar conquistar a una mujer era dándose aires de grandeza. Ahora se preguntaba por qué lo había hecho. Encendió un cigarrillo, quizás ella volvería y le daría el café indiferente. Quizás estaba acostumbrada a que la intentaran seducir de una manera estúpida como esa, quizás...
Esperó. Tamborileó una melodía que transmitía la radio mientras miraba la fila de cucarachas en el piso mugroso lleno de manchas de infinitos derrames de comida. Al levantar lentamente la mirada vio unas largas piernas femeninas totalmente desnudas a excepción de la falda azul y el delantal blanco. Miró el reloj, las cinco de la tarde.
-¿Qué desea?- preguntó ella con la voz más dulce que había escuchado en su vida entera.
Parpadeó un par de veces y reflexionó. Esto le había sucedido antes, la pregunta le parecía familiar, aquélla mujer le parecía familiar, el restaurante incluso le parecía familiar. Se sintió mareado. Cerró los ojos por un momento ¿Qué estaba sucediendo? Sintió que si abría los ojos un segundo antes de lo previsto se encontraría parado en el techo... bebiendo de nuevo. ¡La bebida! No. Hacía meses que no bebía. ¿El cigarro? ¿De dónde había sacado el cigarrillo, en primer lugar? La calle. Iba caminando por la calle y ¿una anciana? ¿una niña? se le acercó vendiendo e implorando por dinero para comer. ¿Le compró cigarros? No. Una tienda, en el camino hacia el lugar en el que estaba, una mujer con tubos en la cabeza le dió los cigarros. ¿Verdes? Nunca compraba verdes. Abrió los ojos y miró el café humeante sobre la barra. Miró su reloj, las cinco de la tarde.
Sintió la mirada de alguien en la nuca, esa sensación incómoda que provoca escalofríos. Volteó y no había nadie en el lugar, estaba desierto, y sin embargo seguía escuchando el murmullo de la gente que come entremezclado con el choque de cubiertos y movimiento de sillas. Miró de nuevo su café. Se sumergió en las profundidades de la taza mugrienta. Ni siquiera le gustaba el café. Quizás su subconsciente lo pidió por él, quizás estaba soñando. Lo bebió de un trago sintiendo el líquido quemarle la garganta y lentamente descender hasta su estómago. Maldijo su gastritis. No podía estar soñando a aquélla hermosa persona.
Al levantar lentamente la mirada vio las largas piernas con falda azul y delantal blanco. Miró el reloj, las cinco de la tarde.
-¿Cuánto le debo?
-Demasiado como para haber consumido café- dijo ella, con la mirada en la cuenta
-¿Cuánto?
Le dio el papel. Sus ojos se abrieron con sorpresa al leer su nombre y el número infinito de cafés que había bebido. Tenía una cuenta abierta en aquél lugar, debía bastante.
-No traigo conmigo tanto dinero- dijo finalmente
Ella le miró pidiendo otro tipo de respuesta.
-No sé qué gustaría que dejara yo aquí mientras voy por el dinero necesario para saldar la cuenta-
Le miró ella inquisitivamente. "Dí algo más... Lo quieres, lo debes decir"
-Bonita deuda la que me ha venido usted a entregar...
¿Qué más podía decir? ¿Algo que sonara seductor pero no patético? No se le ocurría nada mejor, ella esperaba. Una palabra podía bastar para arruinar el momento o para llevarlos a ambos a un espiral en el que él dejaría salir por completo su pasión por el género femenino.
Sintió su tacto, su respiración. Miró de reojo su reloj, las cinco de la tarde, aún había bastante tiempo para una conquista rápida. Parpadeó y se encontró en el techo, viéndose a si mismo besarla. Comenzaba a oscurecer y las únicas luces encendidas eran las que colgaban sobre la barra, dándole un aire de intimidad amarillenta a la situación. Tiraron los pocos vasos sucios y cubiertos que había sobre la barra encerada y se entregaron. Había oscurecido, y él seguía siendo expectador ausente de su propio amorío. La amaba, sentía su respiración en la piel, los cabellos erizársele, sentía la energía fluyendo entre ambos, pero no estaba allí. Su cuerpo estaba abajo, sintiendo nada. Él estaba en el techo, experimentando todo con la vista. Su peor pesadilla. Cerró los ojos mientras dejaba caer una lágrima sobre una de las mesas que seguían atadas al suelo. Al abrirlos pudo ver los cristalinos iris de la mujer de la falda azul y el delantal blanco. Sus manos sentían las largas piernas y su boca saboreaba la cereza de sus labios.
Se acercó un poco y, después de darle un largo beso, le susurró en la oreja las palabras que jamás había pronunciado a una mujer.
-Te amo
Ella le miró largamente.
-No hagas esto por la deuda.
-Te amo- le susurró de nuevo -La deuda puede ser eterna si lo gustas-
Cubrió sus ojos con una mano y con la otra le apuñaló por la espalda al tiempo que murmuraba
-Será eterna. Yo también.
La barra estaba casi vacía, pero las mesas estaban repletas. Muchos hombres con deudas  Todos bebían algo, cerveza, whisky barato o por lo menos un café casi transparente. A pesar de tanta gente no se escuchaba el usual bullicio del comensal que habla mientras sorbe su bebida, sólo se escuchaba un leve murmullo que parecía lejano, y sin embargo pudo distinguir entre muchas voces una sola que expresaba su sentir, el sentir de todos los cautivos.
"...uno de tantos, ayer le vi entrar e irradiaba vitalidad. Nuestra deuda es eterna"
Tomó asiento y esperó. Sus dedos tamborilearon el ritmo de un blues cósmico mientras esperaba que alguien le atendiera. Miró la fila de cucarachas recorrer el largo del lugar sobre un piso grisáceo. Al levantar lentamente la mirada vio unas largas piernas femeninas totalmente desnudas a excepción de la falda azul y el delantal blanco.
-Qué bueno que ha vuelto- dijo ella, tratándolo con familiaridad- Su deuda sigue pendiente.
Miró su reloj, las cinco de la tarde.

Levitaciones y tiempo

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

"La inspiración se prostituye a veces a muy bajo precio, también hay veces en que se larga sin cobrar" -D.




Quizás nunca despertó del sueño en el que se sumió. Quizás descubrió la infinidad de estrellas que habitaban dentro de su manga. Pero tal vez tan sólo miró al cielo y sintió su cuerpo elevarse por entre las nubes, el aire rozar su cara y sus pies desnudos. Vió su vida pasar, también árboles y pájaros debajo de él. No era una ascención al paraíso, probablemente caería de golpe en cualquier momento y sentiría los carbones ardientes chamuscar su piel. ¿Su piel? ¿Su espíritu? ¿Tan sólo su carne? Nada. Un respiro, un último suspiro. Un chasquido, el recuerdo de un destino. Había brincado al abismo, se había arrojado hacia aquel ente oscuro que le engulliría masticándolo y rompiéndolo en pedacitos. Sin mirarlo, ni siquiera se daría el lujo de saborearle, sentir su pequeño cuerpecito estrellarse contra los dientes en su fondo. ¿Para qué? ¿Qué le haría merecedor de tan bella concesión?
Recordaba aquella mirada azul mientras caía entre obscuridad. La tersa piel, el sedoso cabello y el sarcasmo cortante. Oh, qué bella se le figuraba ahora toda su presencia, toda ella. Era la encarnación de su pensamiento, la viva imagen de las pinturas que había hecho sin conocerla, la sutil mezcla de defectos y virudes que, a su parecer, conformaban la perfección. Y se la habían robado.
¿Qué habría al final de su caída? Piedras, pasto, agua quizás, en el peor de los casos. Se había arrojado casi sin quererlo. Con los ojos cerrados y la espalda hacia el vacío. Sintió cómo el aire le había empujado suavemente con su mano de seda.

Y abrió los ojos. No era la mano de seda  de una brisa tenue y sutil lo que le había empujado desde la orilla. Sus ojos brillaron con aquél fulgor azul que tanto amó. La piel se veía más blanca a la luz de la luna y sus negros cabellos volaban como murciélagos alrededor de ella. Vorágine, vértigo al caer de espaldas. Ahora sentía miedo a la muerte. No se estaba suicidando. No había sido una decisión suya el caer de espaldas hacia el abismo, su alma seguía parada junto a ella, observándole bajar flotando como una pluma por entre las rocas salientes. Esperaba estupefacta su final, le miraba y ondeaba un pañuelo blanco como despedida. Ya estaba demasiado lejos ¿Cuánto tiempo llevaba cayendo? No podía ver si lloraba siquiera. Su visión se había tornado borrosa y ella parecía un punto blanco que se alejaba entre imágenes de infancia y pubertad infelices que sucedieron al cuadro de su cuerpo en un ataúd de roca.
Déjate caer. El viento le sumía con su dulce mano de seda, cerró los ojos de nuevo. Lloró. ¿Cuánto tiempo llevaba cayendo? Su amada le mataba después de mil y un caprichos concedidos, uno de ellos asistir a la ceremonia pagana de Luna Llena en que se hayaba cómoda. Traicionó su vida pasada, traicionó su porvenir. Llenó su cuerpo de excesos por ella, tatuó en su alma un símbolo de fidelidad hacia su esbelta figura y sarcasmo constante. Vivió como jamás planeó vivir, como jamás fue su sueño hacerlo. Sacrificó cualquier comodidad occidental, terrenal para vivir con ella, como ella. No fue correspondido tal sacrificio y ahora se hallaba cayendo por un túnel de obscuridad infinita, ¿cómo saber que era un túnel?, de extensión desconocida. Vivía la definición de la palabra infinito, sentíase capaz de plasmar la sensación para transmitirla a la humanidad. ¡Oh, gente banal que ha vivido en un engaño por milenios! ¡Error fatal el de un diccionario al encasillar algo tan enorme e indescriptible como el infinito en unas cuántas líneas! ¡Error fatal el de los humanos al definir cualquier cosa en meras palabras, símbolos carentes de valor alguno! Apretó los párpados y los puños, clavándose las uñas. Sintió correr un líquido que le salpicó los pies desnudos. Estaba cayendo, no puede algo escurrirle y mojarle los pies.
Abrió los ojos y se encontró parado al borde de la cornisa. Su equilibrio comenzaba a fallar y tuvo que dar un paso hacia atrás. No había viento, la hierba no se movía. Miró al cielo y pudo ver un cuervo detenido en pleno vuelo. ¿Qué sucedía? El aire no circulaba por sus pulmones y sin embargo no se sentía asfixiar. El infinito por el cual caía dejó de empujarle hacia abajo, no había nada que le retuviera en aquélla sensación ¿O lo había todo? El equilibrio no debía romperse. La total existencia está basada en un equilibrio invisible y autómata. Quizás estaba ya tan pegado a la tierra que... Si él estaba allí, parado en la orilla del precipicio, ¿Quién caía?
Dio un paso hacia adelante y miró a lo que esperaba fuera obscuridad. En un ángulo agudo se encontraba cayendo su amada joven de la piel de leche, ojos de cielo y cabellos negros. Los brazos extendidos, pero no como cualquier persona a punto de caer, intentando aferrarse al ser que le empujó; sus brazos tenían una gracia elegante y resignada. Parecía disfrutar sus últimos segundos atada a la tierra, bailar hacia el infinito. Quizás... había descubierto su engaño y se privó de cualquier sentido. Al privarse se detiene el flujo del tiempo y el sonido ¿Sucedió? Parpadeó. La cara le sonrió y el tiempo decidió continuar con su curso normal. Fue un arranque inesperado, insensato, agresivo. Cayó como recuperando los momentos en que estuvo estática.
Quizás nunca despertó del sueño en el que se sumió. Quizás descubrió la infinidad de estrellas que habitaban dentro de su manga. Pero tal vez tan sólo miró al cielo y sintió su cuerpo elevarse por entre las nubes, el aire rozar su cara y sus pies desnudos. Recordaba aquella mirada azul que se sumía en obscuridad. La tersa piel, el sedoso cabello y el sarcasmo cortante. Dio un paso al frente, pero sintió cómo el aire le había empujado con su tersa mano de seda.




"Déjate caer. La Tierra es al revés. La sangre es amarilla, déjate caer..." 

Dos Cuartos

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , , ,

 "Carezco de optimismo. Carezco de muchas cosas, y... no me hacen falta. Me hacen falta las cosas de las que dispongo"  -D.




Hay una puerta frente a mi. Quizás hay más, pero no puedo verlo. El limitado haz de luz que emite el pedazo de madera reprime mis ansias de saber qué hay más allá de su protección luminosa.
Acostumbrada como estaba ya a la compañía de la gente, el axioma de que habría alguien a un kilómetro, dos o mil, me resulta extraño este sentimiento de soledad que aunque anhelado por bastante tiempo, experimentarlo ahora me hace sentir vacía.
Detesté la relación con la raza humana desde que tengo memoria y aún así su contacto me daba cierta seguridad. Antes de aparecer aquí peleaba con alguien. Sin asunto, nombre o rostro definidos. Antes de aparecer aquí maldije a la humanidad como jamás lo hice antes, até cabos y llegué a una conclusión. Después de razonarla parpadeé y me encontré frente a la puerta, rodeada de obsuridad, rodeada de... nada. Puede que el castigo de toda una vida resida en este espacio obscuro y mi penitencia será sentarme durante una eternidad frente a esta puerta blanca y quemarme los ojos con su fulgor mortecino. He intentado ya explorar la negrura que hay más allá de ésta pero descubrí que una vez lejos comenzaba a alucinar un poco pero sin perder el suelo. Suelo, ¿cómo saber si no estaba parada en el techo? ¿O quizás estaba acostada?
De un momento a otro mi vida cambió, o mi muerte. Momento, qué curiosa palabra. ¿Qué hago aquí? ¿Para qué estoy aquí? Me pregunto también si el tiempo existe aquí donde no hay gente muriendo y envejeciendo. Medimos el tiempo con el desgaste que observamos en los demás, en nosotros mismos, en las cosas. Aquí ha dejado de regir mi existencia si es que existo. Tiempo. Tiempo para todo; para pensar sobre una relación, tiempo para superar una pérdida, por pequeña que sea, tiempo para comer, para dormir, bañarse. ¿Qué esxtraño ser es éste que nos limita y rige con mano de hierro? Dejemos de lado al Dios que conocemos, al Buddah en el que algunos depositamos nuestra fe, al Alá de los desvelos de algunos, dejemos de lado todos los demás nombres sobre los cuales depositan algunos sus esperanzas. Olvidemos todo y dejemos solamente a algo a lo que hemos dotado de nombre pero no creemos haber dotado de vida, porque le tememos, le odiamos cuando parece acelerar su paso y desacelera sin previo aviso. El tiempo no suele ser benévolo cuando tenemos prisa, tampoco suele serlo cuando se está aburrido. Está vivo. Nos observa y es un dictador eterno que ha vivido y vivirá hasta que ponga, él mismo, fin a nuestra existencia. No hay candidatos a tomar su lugar, apañó su territorio y nos hizo sus súbditos de manera autoritaria.
Pero aquí el dictador está muerto. ¡Fiesta! No rige más mis desvelos y anhelos. No envejezco, no tengo hambre ni sueño. El único indicio de que quizás me deterioro es la pérdida de color, me vuelvo grisácea. Y me vuelvo loca. Necesito un contacto humano con quien intercambiar dos palabras, media palabra, para saber que no he perdido la voz. Los oídos me estallan de tanto silencio. Un zumbido, un crujido, espero cualquier cosa, pero no llega nada.

Pasa y pasa lo que intento llamar tiempo. Extraño su autoritarismo, su totalitarismo cruel y desgraciado, su mera presencia, y no vuelve. De pronto oigo susurros. Me acerco a la puerta y pego la oreja. ¡Sí! ¡Susurros! ¡Del otro lado de la puerta! Intento en vano romperla, abrirla. Grito hasta que creo que se me cansa la garganta, no sé si por el esfuerzo en vano o por tanto gritar. Escucho de nuevo. ¡Sí! ¡Es la voz de un hombre! No comprendo lo que dice pero poco importa. Comienzo a hablar por lo que siento que es una eternidad. Hablo, hablo, a veces río, a veces lloro. Por fin llego a un acuerdo conmigo misma: Derribar la puerta a cualquier precio. Detrás de ella se encuentra mi salvación. Paso todo el "tiempo" con la oreja pegada a la puerta y así comprendo por fin que mi amigo del otro lado tiene un cuchillo, se siente solo y tampoco le agrada el silencio.
Tengo un plan y decidí que ahora mismo derribaré la puerta. Mi amigo se ha desesperado y necesita contacto humano urgente. Susurra por un rato y, cuando ha terminado, le cuento el plan. Me pongo de pie e inhalo profundamente. Miro por la cerradura y sólo hay obscuridad. No hay más, abriré la puerta.
Me aferraré a mi única salvación. Nos acompañaremos juntos en esta eternidad obscura, pero nunca más silenciosa. Seremos dos, y le daremos vida o muerte a la negrura apartada de la puerta. Descubriremos juntos, a partir de ahora, qué hay más allá de ella y nos perderemos en la infinita extensión del abismo.
Respiro y grito con todas mis fuerzas: ¡Retírate! Me alejo de la seguridad luminosa para tomar impulso y corro. Pateo la puerta con todo mi peso y ésta cruje como si llorase. Pego la oreja al trozo de madera y lo que escucho me hiela. Gritos desesperados de mi amigo quien, en su propio encierro, piensa que jamás saldrá de allí. ¡Retírate! Grito de nuevo. Tomo impulso una vez más y pateo la puerta, que cruje de nuevo. Presto atención para distinguir cualquier sonido y de pronto parece haber desaparecido la barrera de madera. Escucho con toda claridad un ruido sordo. Algo metálico se hunde con un sonido chicloso y visceral. No puedo moverme por unos "segundos". Miro a través de la cerradura, tengo escalofríos. Mis ojos parecen separarse de mi cuerpo, atraviesan la puerta. Ahí está él, cayendo con un ruido sordo. Un charco de tinta le envuelve al igual que la misma obsuridad que yace tras de mi. Mi esperanza, mi salvación yace muerta delante de mis ojos. Lágrimas corren por mis mejillas. Mi única esperanza de vida, de continuidad, de cualquier cosa, se había ido. Se quitó la vida frente a mi. Me desvanezco y lloro acurrucada frente a la puerta. No sé cuánto pero sé por qué y cuando termino observo el abismo. Miro por última vez la puerta, con su luz blanca y emprendo el camino. La obscuridad engulléndome poco a poco, el silencio haciéndome estallar los tímpanos, y la puerta... la puerta fue perdiéndose de a poco, no miraré atrás.

Dos Cuartos [Primera Entrega]

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

"Se siente cierta tibieza en los párpados cuando las lágrimas salen de su recinto. Tengo un sentimiento atorado en la garganta y no puedo vomitarlo. Es intentar regurgitar algo que no se ha consumido aún" -D.




Frente a mí hay una puerta. No hay nada más alrededor mío, tan sólo obscuridad. No tengo nada, no siento nada. Ni frío ni hambre, ni calor ni sed. Tampoco me duele nada. Tengo a la mano solamente un cuchillo.
Ayer, al recostarme en la cama, preví cualquier ataque a mi persona y me aferré al cuchillo. Al abrir los ojos me descubrí aquí, o allá. No lo sé. No conozco la extensión del recinto ni tampoco si hay otra salida. Hace poco caminé lejos de la puerta y por poco pierdo el camino de vuelta, es la única fuente de luz, la única salida, la única acompañante. No siento nada, no me duele nada, pero me siento solo. Terriblemente solo en medio del más sepulcral silencio. Cuando hablo conmigo mismo para ejercitar la garganta ya no sé si estoy imaginando mi voz o de verdad estoy hablando.
Hay paredes que me rodean, puedo sentirlo. Sé que las hay porque paso el tiempo palpando los contornos de la puerta. Qué curioso se me antoja el tiempo ahora. No hay ni sol ni luna, minutos o días. Tampoco tengo hambre, no tengo manera alguna de sopesar el tiempo que llevo aquí... tiempo. El tiempo ha dejado de ser inexorable. Las reglas han cambiado para mi.

Se me entumen los ojos al mirar todo el tiempo la perta. No puedo abrirla, quebrarla, nada. Intenté incluso meter el cuchillo en  la cerradura y romperla. Es inútil, está sellada y es demasiado gruesa como para apuñalarla. No tengo sueño pero me arden los ojos. Por lo menos aún conservo esa sensación. Por molesta que sea en la cotidianeidad se vuelve una esperanza, un recordatorio de vida para mi.

Quizás no ha pasado mucho tiempo, quizás sí. ¿Cómo saberlo? Pero comienzo a sentir y ver que pierdo color. No me pongo pálido, me vuelvo grisáceo. Miro mi reflejo en el pomo de la puerta y puedo ver, aunque distorsionado, que mis colores humanos se van apagando. Escucho susurros que me dicen que no es verdad. ¿Cómo saben lo que estoy pensando? Estoy seguro de que no lo dije en voz alta. ¿Alta? ¿Qué es alto en un lugar donde el más mínimo sonido es plausible? Cállense voces, no quiero conversar hoy.

Cierro los ojos por un rato e imagino mi hogar. Mi sillón café enfrente de la chimenea. El tapete bajo mis pies descalzos se siente tan bien... El pelo de mi gato, que se subió a mi regazo en cuanto me vio. Los ladrillos de la pared desnuda. El pelo de mi gato es tan sedoso y su ronroneo casi imperceptible. Abro los ojos. La puerta.
Las voces interrumpen súbitamente el silencio diciendo cosas ininteligibles, gritando, chillando. Suplican, exigen, regañan todas a la vez. ¡Cállense! quise decirles, pero no sé qué tan peligrosas pueden ser. No sé si me escucharían. ¡Cállense! supuse gritar, pero el aire entró por mi boca y salió ileso.
No puede ser. De pronto todas callan. Una sola voz toma la palabra, es grave y severa. Impone respeto. Me está pidiendo algo, pero está demasiado lejos. Lo repite, una y otra y otra vez. Parece que se acerca. No entiendo lo que dice. Pongo atención, acallo los murmullos y escucho. Suicídate.
Miro el cuchillo frente a la puerta y escucho de nuevo. Nada, los murmullos vuelven y se acrecientan. La voz grave se fue. Gritos, chillidos. Miro la puerta, volteo hacia la obscuridad. Cierro los ojos y las voces continúan gritándome, mareándome. Sea pues, lo que ellas ordenan.

Del Vicio de observar Abismos y Cielos

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

"Quizás somos todos un invento de todos. ¿Podremos poseernos unos a otros de igual manera que nos inventamos?" -D.


Una invocación célibe y arrepentida toma desprevenida a la Luna, escucha de todos. Implora perdón por un futuro y un sentimiento podrido en sus entrañas. Muerto, vacío e infame, seca las tripas de aquél que inicia el ruego. No es un ritual demoníaco. No es un satanismo ni es iniciación a un ateísmo barato e hipócrita, tampoco lo es para el verdadero ateísmo. Es simplemente lo que la luna escucha en sus alturas, impávida, irreconocible ante los ojos de los ciegos. Irrepetible ante el pincel de los artistas. Impronunciable para los enamorados. Pero llegó el clamor de aquél corazón roto y aquél rostro cubierto de lágrimas a oídos de la diosa blanca de la noche.
- ¡Escúchame, Luna! ¡Única testigo y cómplice de todos mis actos trascendentes!- gritó, desgarrando el silencio- ¡Escúchame por última vez, antes de que desaparezcas detrás de las nubes, solapadoras tuyas! ¡Hoy me suicido! ¡Doy término a mi vida, con las más dulces palabras de amor en los labios! ¡Son tuyas, diosa mía! ¡Tómalas! ¡Invoco tu presencia por última vez! ¡Nunca te has dignado a aparecer frente a mí cuando te lo ruego... cuando lo necesito! ¡Hazlo ahora, mi último suspiro!- se recostó sobre la hierba húmeda, mirando el cielo, implorando mentalmente lo que su drogada lengua no podía hilar. Cerró los ojos. Poco a poco. La obscuridad aparente le envolvía, le llenaba, le pedía abrir los ojos, y no quería.
- Abre los ojos- le dijo una voz
Él siguió tendido en el suelo sintiendo cada poro, cada milímetro de su ser.
- Abre los ojos
Escuchó la voz, la paladeó. Saboreó cada palabra, mojándola en saliva y tragándola para perderla en el hueco infinito de su alma.
- Ábrelos
Sus pupilas quedaron expuestas y se levantó hasta quedar sentado. Veía una persona frente a él, y al mismo tiempo ignoraba por completo su existencia, no la veía.
- Levántate y anda- dijo dulcemente- Camina conmigo, fallido suicida
Tardó unos minutos en enfocar la mirada en aquel rostro casi transparente de infinita hermosura. Sus cabellos blancos volaban libres, bailaban al ritmo de la brisa de la media noche.
- ¿Eres tú? ¿Por fin?
- Soy yo, pero no soy- dijo ella, dándole la espalda y emprendiendo la caminata. Su desgarrada túnica blanca le brindaba un fulgor angelical y macabro a la vez.
- Te he esperado
- Puede ser. ¿Cómo saberlo? Desde que naciste, puede que haya comenzado tu travesía para encontrarme. Puede que no- un velo de misterio cubría su voz
- ¿Por qué no me miras? He soñado mil y un veces tu rostro, y mil y un veces he despertado llorando al perderlo en la memoria
- Mil y un veces ¿He sido yo?- dijo pausadamente
- Lo has sido
Giró su cuerpo y fijó sus ojos violetas en él. Un iris de color indescriptible le señalaba, acusador. Blanquísimos filamentos enmarcaban todo.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro?
- Eres el amor de mi vida ¿Cómo no habría de reconocerte?
_ ¡Fallido suicida, mentiroso! ¿Cómo osas ensuciar el nombre del amor con tu iluso deseo? ¡Deseo! ¡Eres simplemente un mortal estúpido sin trazas de sentimiento! ¿Siquiera sientes algo por ti...?
- Asco
- ¡Asco! ¡Yo también lo siento...!
- ¡Ódiame! ¡Lobera tu más insensata furia sobre mí! ¡Poséeme...!
- ¡Poseerte!- se burló- ¿De qué sirve un dedo amputado a un tanatopráctico? ¿De qué sirve un evangelio sin gente con fe ciega y mente abierta? ¿De qué sirve una sola alma al Hades? ¡No me sirves! ¿Para qué podrías servirme tú?
- ¡Para lo que quieras! ¡Quiéreme, ódiame...!
- Es estúpido. Es sentir lo más mínimo por una roca. ¡Un desperdicio de pensamiento dirigido hacia algo inexistente!- saboreó cada sílaba de la última palabra. Sus ojos brillaron con una pasión desconocida para él.

Se había negado a entablar una relación sentimental hasta encontrarse por primera y última vez con su única amada nocturna. Había estado solo casi toda su vida, habíase visto en situaciones espirituales miserables. Había estado a punto de dejar de lado su propósito e irse con mujeres terrenales que le ofrecían los placeres de la carne y el corazón desnudo, mientras el suyo propio se deshacía en llanto, esperando la noche en que la diosa llegara. Pintábala en lienzos, escribíale versos. Le cantaba para luego dormir con su sabor en la boca y en las manos su tacto.
- ¡...inexistente!- escuchó en un eco
- ¡Libérame de esta agonía! ¡Destrózame con esas finas manos que soñé me desnudaban y me amaban! ¡Destroza mi alma, mi cara, mi cuerpo!
- No
- ¡Hazlo, te lo imploro! ¡No logro llenar el vacío... Y créeme, ¡es un sentimiento de vacío tan infinito como el Universo mismo! Lo que siento o dejé de sentir por ti me ha vaciado la tripa. ¡Dime, tú, tan hermosa, tan hueca, qué es lo que debo hacer yo para remediar mi hambre de amor! ¿Es que acaso debo aprender a vivir sin pensar en tu mera existencia? ¿es que, acaso no existes en realidad? Puedes ser simplemente el espejo de mi alma rota, un invento de mi mente enferma y mi cuerpo mutilado por el pasar de los años. !Pero no lo eres! Y yo lo sé demasiado bien como para negarte, o peor aún, negar mi sentir.
Me ignoras. Te ignoro. No se puede hacer más cuando dos corazones se evitan mutuamente. No nos separa ninguna circunstancia adversa, ninguna persona maliciosa, ningún espacio rencoroso. El por qué de nuestra lejanía permanece en las tinieblas para mí. Vivimos juntos estando tan lejos. ¿Por qué has dejado de amarme? Te inyecté la más pura pasión existente, y la has vomitado con el más frío desdén en unos minutos. ¡Minutos! Cuando fueron años los que tardé en crear una Utopía para los dos ¡Años! ¿O es que jamás me amaste?
- No es mi culpa. No es culpa de nadie, sólo tuya.
- ¡Mírame bien! ¡Recuérdame! Recuerda mis versos, mis cartas. ¡Recuerda mi voz, princesa albina que reina y ordena dentro de mí! ¡Recuerda, porque mi olvido no vendrá jamás! ¡Es asco lo que siento porque todo sentimiento puro y benigno lo he destinado a ti! ¡Mátame! Soy un suicida frustrado ¡Mátame! ¡Soy sólo un amante destrozado! Mátame porque muero de dolor al ver que no eres lo que esperé ¡Mátame!
- No puedo matarte- dijo, y emprendió el regreso al lugar de donde habían venido
- ¡Puedes! ¡Quieres! ¡Yo lo quiero también! ¡Que claven esos ojos en mí su purpúreo resplandor y sea ello lo último que vea! Mátame por favor..-
- No puedo matarte... -dijo, dándole la espalda y deteniéndose
- ¡Puedes! ¿Qué te lo impide, dulce reina? ¡Estoy dispuesto, atesta el mortal golpe!
- No puedo matarte porque...
- ¡No me des razones! Tu sentir y parecer los has dejado claros ya. No me amas y lo acepto, lo trago aunque signifique tragar navajas. ¡Haz con tu frase como con mi existencia!
- ...No puedo hacerlo porque...- dio la vuelta. Dejó a la vista, yacido sobre la hierba fresca, un cuerpo sin vida- ...porque ya estás muerto, querido. Y tú, espíritu, me acompañarás. Te unirás a las víctimas del engaño y los pecadores sin fin ni medios.
- ¿Quién eres? ¿Eres tú, acaso...? ¿Eres quien esperaba?
- Soy y no soy. Y desde el nacimiento, tu destino ha sido encontrarme, lo quisieras o no. Es el destino de todos, lo esperen o no.


"Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti." -F. Nietzsche

Tanatoestética

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

"Premisa 1: La vida y la muerte se complementan. 
 Premisa 2: En la vida hay sensaciones y experiencias. 
 :. ¿En la muerte hay sensaciones y experiencias?"  -D.



¡Lárgate! ¡Que mi más sincero desprecio te llene y te haga explotar en llanto! ¡Y que con él fluya fuera de ti todo sentimiento hacia mí! No morirás en mis brazos, no prestaré a tí mi hombro para que lo empapes con tus sentimentalismos idiotas, no tocarás mis labios con los tuyos ni una sola vez más. Y aquellas noches en las que nos recostábamos, no importando dónde estuviéramos, y mirabamos el cielo... No. ¡Vete! ¡No quiero recordar más! ¡No quiero sentir más el dolor que tengo atorado en la garganta! ¿Lo sientes? ¿Sientes la tierra caer sobre tu ataúd? Hago el más infinito esfuerzo por no escuchar tus gritos, tus ruegos. Me pides que no te deje ir. ¿Qué debo hacer, Dios mío? ¿Debo sacarle de allí? ¿Debo dejar que se pudra en su castigo? ¿Dejarle sufrir, salvarlo, purificarlo? No me arrepiento. He tirado el primer puñado de tierra sobre él, he tirado un cardo y un crisantemo amarillo. Los helenios guardan tu tumba, escuchan tus lamentos, emulándolos y las ortigas abrazarán tu féretro, lo estrecharán dándote lo que no pude darte yo jamás. Ahora he sembrado zinnias en mi jardín, las cuido con el esmero con el cual te ignoraba y engañaba. Quemé tus cartas, tus fotos, tu recuerdo. Les he incinerado junto con mi corazón. Enterrar tu vitalidad y mi amor juntos me quiebra por dentro. Pero es lo que mereces. ¡Vete ahora! ¡No grites más, te lo ruego! ¡Terminen ya de cubrir esa tumba! No soporto más la vista del ataúd que guardará tu cuerpo aún con vida. ¿Con vida? ¿Por cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo durará el aire puro dentro de tus pulmones antes de deplazarse, volverse imaginario? ¿Cuánto antes de que la sangre se coagule en tu cerebro? ¡Vive, amado mío! ¡Levántate y anda! No puedes. Te han truncado el camino con tierra fresca y lágrimas. Vuelve. Me he arrepentido. Ahora puedo dejar que mis propias lágrimas recorran el suelo, lo inunden. Debo irme, todos lo hacen. Pero prometo volver. Debo volver, no me he ido. Mi mirada está perdida en el coche que me transporta. Sigo viendo tu rostro, escucho tu voz, siento tu carne. Siento tu espíritu. Nadie me habla en el trayecto, nadie lo hace en tu trayecto. Y lo pienso de momento. ¿Sobrevivirás a mi abandono temporal? ¿Desgarrarás el interior del féretro que te contiene?
Y la luna sale de su escondite veraniego y se posa sobre mi. Mi sombra proyectada me asusta, me asusta seguir escuchando tus lamentos debajo de la tierra. ¿Te ha tragado el Mandinga? ¡Sal, amado mío! ¡Levántate de tu fría, pero fresca tumba! ¡Remueve la tierra con tus gritos! Mi deber es ayudarte a salir, así como lo fue ayudar a sepultarte. Te puedo escuchar, ya llego, amor. ¡No grites más! ¡Tu desesperación alimenta mi desesperación y la convierte en hambre de tu cuerpo!  Yaces allí, me esperas. Mis manos, yertas de frío, no pueden dejar de escarbar. ¡Comienzo a ver tu ataúd! ¡Amor, qué poco falta para reencontrarnos! ¿Podrás perdonarme? La luna comienza a retirar su apoyo a mi tarea. Las nubes están en mi contra, y la lluvia no amaina. ¿Cómo he de sacarte ahora? Soy tan débil. Ahora que pude abrir el contenedor de muerte, puedo sacarte, y puedo verte de nuevo. ¿No hablas? ¿No me das las gracias? Vamos, puedo ver el agradecimiento en tus ojos. Y has vuelto una vez más a mi lado, siempre lo hiciste, siempre lo harás. Por la eternidad mantendré tu cuerpo junto al mío entre un mar de velas que iluminarán nuestros días, nuestras noches. Ni la muerte pudo separarnos.





"Para escucharse con C'est la Vie - Fleetwood Mac o D'amor Sull'alli Rosee - Maria Callas" D.

De amores eternos

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

"Y aunque hay amores que viven en los cielos, más allá de los problemas terrenales, también los hay que habitan el infierno lamiendo el magma de las ilusiones hipócritas y el amor frustrado" -D. 





A mi café le falta algo. O quizás... Tal vez le faltas tú. Tal vez le falta ese toque de depresión realista que le ponías a todas las cosas. Esas advertencias fatalistas que no podían faltar en tu tema de conversación. Ayer soñé algo extraño. Soñé lo que debía hacer con respecto a mi asunto, y he olvidado la respuesta. ¿Por qué la olvidé? Tal vez olvidé ponerle algo a mi café también. No lo sé. Y ahora me miras sin expresión alguna, cielo. ¿Por qué es que me miras así? No lo hagas por favor, posa tus ojos sobre cualquier otro objeto. Te lo imploro. Parecieras recriminarme las hazañas pasadas. No puedo evitar sentirme culpable. Lo lamento tanto. No digas nada por favor. Simplemente, te daré una rosa. ¿Un clavel quizás? ¿No? ¿Qué te parecería una orquídea? Las orquídeas eran tus favoritas cuando vivías en casa. Aún le doy un sorbo al café y siento que le hace falta algo. Quizás es tan solo que me hace falta algo a mí y me empeño en derramar las culpas sobre esta inocente taza. Por eso todos los que pasaban me miraban de manera sospechosa. Tú sabes que no estoy loco, cielo mío. Lo sabes bien. Es tan sólo una máscara que he decidido usar para que nadie más intente volver a lastimarme. ¿Recuerdas el día que te conocí? Estaba llorando. Tú también llorabas. Nos vimos, uno de cada lado del parque, en nuestras respectivas bancas, con nuestras respectivas soledades y tristezas. Allí estábamos. Nuestras miradas trabaron amistad. Crucé el parque, me senté a tu lado y te abracé. Lloramos juntos por bastante tiempo ¿Lo recuerdas? Claro que lo recuerdas, no puede pasar desapercibido tal recuerdo. Un recuerdo que de seguro ha marcado tu existencia. Me apoyé en tu hombro, tú en el mío y compartimos dolores que poco a poco se fueron calmando con la tibieza del cuerpo del otro. Allí comenzó todo. Y tuvimos una relación tan hermosa, tan sencilla. ¿Por qué debió terminar así, rosa de mi alma? Me sigo preguntando el por qué al llegar cada noche, con cada viento helado que entra por mi ventana entra también un mar impetuoso de dudas que empapa mi almohada y me deja inerte. Y al día siguiente me levanto muerto. Los escalofríos me asaltan en pandillas, los ataques de asma no me abandonan un segundo. He adelgazado ¿Lo ves? ¡Tu falta de amor me ha dejado en los huesos! ¿Por qué me abandonaste así, alma mía? ¡Me lo pregunto cada tarde, cada madrugada! E intento pensar en otra cosa, entretener mi mente en el juego, el vicio y las mujeres. ¡No puedo! ¿Qué es lo que me has hecho? ¿Qué clase de hechizo o amarre ha tendido sobre mí tu sombra de celos o despecho? ¡No puedo seguir viviendo así! Libérame ya. ¿Por qué aceptaste la apremiante invitación de un café tergiversado? ¡Dímelo! ¡Dímelo porque, solo, no puedo comprenderlo! Te di todo lo que tenía. Todo lo que jamás podré tener. ¿Qué mal te hice?
A mí café le falta algo. Le faltas tú, sin duda alguna. Y a mi me falta esa inyección de adrenalina que no se encuentra en ninguna farmacia. He dejado mis costumbres. Me he arrepentido de todo mal que pude haberte provocado. ¡Di algo por el amor de Dios! Mejor calla. Tu dulce voz penetrará mis oídos perforando mi cerebro, dejándome muerto. ¡Habla! ¡Habla, que muerto estoy ya! No me mires así. Por favor, te lo imploro. Te he citado, no para reclamarte nada, si no para decirte que perdono tu engaño último. Sé a dónde fuiste aquella noche. Se con quién, a qué hora, en qué coche. Porque les vi. Te miré bajar los peldaños y montar ese auto del año, besar al fulano en el cuello y partir a toda velocidad. Estaba yo, no en casa de mi madre, si no en el departamento de arriba. Hubiera visto el fútbol, de verdad lo hubiera hecho, si no hubiera notado aquel temblor extraño en tu voz. ¿Era emoción? No sé. No quiero saberlo. No lo sabré. Pero sé que fuiste a su casa. Quizás la mía jamás fue lo suficientemente grande para ti, o lo suficientemente cálida. Y llegaste a su mansión de hielo y lo derretiste como solías hacerlo conmigo. ¿Qué te hizo falta? ¿Dinero? Bien sabes que trabajaba tan sólo para ti, todo era para ti. ¿Amor? No puedes decir eso. Mi alma te pertenecía y te pertenece aunque ya no sea correspondido. ¿Comprensión? ¿Quién más que yo te escuchaba y entendía, o hacía el intento de, sin importar hora, lugar o estado de ánimo? Amor mío, no puedes pedir nada más. Porque bien sabes que me he quedado sin nada por ti.
Mi café se ha enfriado. Y ha sucedido sin que tú abrieras la boca una sola vez. Tus ojos son tan hermosos cuando me miran desde allí. La claridad del agua los hace aún más bellos, y admito que hace a tu piel aún más blanca. Sí, eres un ángel. ¿Eras? Hace unos minutos que te vi entrar, con el pelo suelto y el vestido que tanto me gusta, me di cuenta de que debes quedarte a mi lado. Perteneces a mi lado. Eres mi complemento, sencillamente eso. Mi media naranja, cielo. Iba a bañarme y te vi pasar, recogiendo tus cosas. Juntando todo en una maleta para irte en un viaje sin destino conocido y jamás volver. No he podido resistirme, lo siento. Y te lo repito por última vez, así que escúchalo bien, amor. Me arrepiento. Pero mi arrepentimiento se divide en dos. Una de las vertientes me alegra porque sé que a partir de hoy, nuestro pacto ha sido sellado. Nuestro amor se ha consumado y tú, ángel de belleza infinita, te quedarás conmigo por siempre. La otra, sin embargo, me dice que los medios por los cuales lo he logrado no han sido precisamente los mejores, pero el fin, sin duda, fue el más puro y tierno que jamás existió. Te amo. Te amaré por siempre. Y el agua que, ahora inmóvil, descansa sobre ti, mi cielo, te guardará hasta que seamos llevados a nuestro eterno sitio de descanso. Hasta que vayamos al cielo. Aún puedo ver tus ojos abiertos totalmente en el fondo de la tina, a pesar de que mi vista se nubla. Ya casi no siento el suelo debajo de mi cuerpo tendido junto a la bañera, mi vista se nubla cada vez más. A mi café le falta algo. O quizás... quizás  fue el veneno lo que alteró su sabor.




"Y he aquí, que mi creatividad no fue la suficiente para ganarle la apuesta al catorce de febrero. Estúpido día sin inhalador, asmático. Su respiración descompasada provoca mis más sinceras risas. Saludos a aquéllos buenos seres que aún disfrutan del amor que no ha sido comprado en la tienda de la esquina... O en la esquina. Con mi más puro y destilado cariño corrosivo, feliz quince de febrero" D.

Donde menos lo esperaba

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

"Jamás. Siempre. Quizás lo mejor sea no decir nada y girar la vista hacia donde no puedas ver mis lágrimas correr" -D.






He tenido, últimamente, una vaga sensación de renacimiento. Recordaba hace un año o dos mi infancia como algo muy lejano, pensaba en los juegos estúpidos con que me entretenía horas, pensaba en ello como... como cualquier cosa que se recuerda y se deja en el olvido fácilmente. Pero hoy ha sido diferente. Hoy he visto en mi plato de fideo, el mismo pato sonriente que me rogaba que me terminara la sopa para sobrevivir. He sentido lo que sentí al tener cinco o seis años y ver que el caldo ahogaba lentamente al personaje en el fondo, recordé textualmente mi pensamiento. Viví la sensación una vez más. Y entonces sonó el tiembre. Había llegado la hora. El vestuario estaba listo, las velas encendidas. El plato con el pato esperaba en el fondo del fregadero. Los restos de fideo aún floaban en la superficie.
_¿Quién es?_ Que estúpida pregunta. Sabía perfectamente de quién se trataba. Le había estado esperando desde que recibí la llamada. La canción de las noches perdidas como fondo, un alma vacía con ojos muy maquillados y labios rojos abre la puerta sin siquiera tocar el picaporte. Flota como un cuerpo que se sabe ya muerto, dirigiéndose a un precipicio sin detenerse al filo del abismo. Me sé muerta. Y sin embargo me entrego al deber, debo comer. Es una noche de luna y el cielo está tan despejado que, a pesar de la contaminación, puedo ver las estrellas. Brillan con el resplandor que se me ha agotado. Siempre hay alguien a mi lado y me siento sola.
_Adelante, te esperaba_
Es mi trabajo. Debo hacerlo y fingir una sonrisa cuando se que anhelo llorar. Llorar hasta que todo el dolor salga por completo, que no quede ni un solo resto. Salvar al pato de ahogarse en la sopa desastrosa en que se ha convertido mi vida. Y no es que el frigorífico esté vacío sin la presencia a la que estaba tan acostumbrada, es mas bien que he olvidado vaciarlo, está atestado de presencias que no deseo. Y sin embargo las necesito más que nunca, no podría vivir sin ellas. Pero las analizo, las calculo. Intento no ahogarlas.
Le tomé de la mano y le llevé a la recámara. Se sentó como si estuviera en su casa.
_¿Algo de tomar? Tengo lo que gustes_ dije con un tono de voz que siempre salía con naturalidad. Hoy no. He perdido la vocación esta noche.
_Dame un whisky, en las rocas. ¿No gustas que yo lo prepare? ¿Algo que tu gustes beber?_
_No_ reí entre dientes _Las bebidas y su preparación están incluidas en el precio_
_No, de verdad. Puede que te pague incluso más si me permites ser un caballero contigo_
_Bien, un martini doble. La cantina está a la derecha_ dije sentándome en un sillón cercano.
Se levantó y se acomodó el saco. Escuché los hielos caer en el vaso, la martinera revolver el coctel. ¿Qué le había impulsado a hacer esto? Estaba incluido, todo lo que pudiera beber. Incluso si tenía que poner somnífero en una de las bebidas. ¿Por qué lo hacía? Caminó lentamente hacia mi.
_Un martini doble. No encontré las aceitunas_ dijo esbozando una sonrisa dulce. No me engañaba. En tantos años había ya conocido todas las tácticas baratas de seducción juvenil. La sonrisa dulce era la que menos me conmovía.
_Gracias. Así que... ¿Comenzamos?_ pregunté
_Creo que sería mejor hablar un rato. Para conocernos..._
_¿Realmente quieres conocerme?_ dije, seca.
_Pues, sí. No lo sé. Tú me dirás. ¿Es ésto lo que sueles hacer siempre?_
_No en realidad. Al grano, me pagan y se van_
_¿En verdad nadie se ha dispuesto a hablar aunque sea un momento contigo?_
_No_ bebí el martini de un golpe
_Bueno. Yo preferiría hablar un rato antes de ir... al grano_
_Como gustes_
_¿Qué tal es la vida en esta parte de la ciudad?_
Continuamos hablando por lo menos un par de horas. La conversación nos fue llevando, nos fue alejando del propósito de su visita. Aún no podía confiar mucho en él. Seguía pensando que era una estrategia solamente. Y de pronto, reflexioné. ¿Para qué seducir a una prostituta? Y volvió a mi mente la pregunta que surgió al ofrecerse él a preparar las bebidas. ¿Por qué lo hacía?
_...Te seré honesto_ dijo después de una pausa. Comenzaba a amanecer_ Venía yo con el corazón destrozado y el alma desgarrada. Toqué a tu puerta con rabia, planeando pasar la noche contigo y desahogar mis penas en tu seno. Llorar como un primerizo, pagar e irme. Y he descubierto en ti a la persona en quien puedo creer. Lo que me arrebató aquella chica, lo que desbarató dentro de mi ha encontrado consuelo en ti. No es una estrategia de conquista barata, de una noche. Y se que es bastante apresurado pero pienso ahora en ti como... un complemento a mi dolor. Puedo sentir el dolor que hay en ti, puedo ver el vacío que hay en tus ojos. Puedo, por muy idiota que me sienta al decirlo, casi ver correr las lágrimas de tu espíritu. Te comprendo, querida mía_
No pude contener más mi llanto. Lloré lo suficiente sobre su hombro. Hacía bastantes años que no sentía esa sensación extraña que suele recorrer la espalda y el cuello al ver a alguien. Lo sentí de nuevo. Hacía tiempo que tenía una sensación de renacimiento incompleto. Podía estar equivocándome, lo sabía. La experiencia de años me hacía no confiar en nadie, menos en un cliente. Pero sentía algo distinto en este hombre. Había algo diferente.
_Vamos, querida. Deja de llorar. Tus ojos no son rojos por naturaleza_ sonrió y me abrazó.
Nos entregamos el uno al otro mientras el sol renacía junto conmigo. No era el sudor de siempre el que empapaba mis sábanas, un sudor desconocido, indiferente, sin sentimiento. No era la pasión mal encaminada la que circulaba por aquella habitación. Nos habíamos encontrado en donde menos lo esperábamos. Suspiré. Él encendió un cigarrillo.
_Quiero pasar una vida contigo. Quiero.. es muy pronto, lo sé. Debemos esperar un poco más, pero quiero casarme contigo. Si tu quieres viviremos en la Luna. Tocaré las estrellas al mirarte y acariciar tu pelo, querida mía_ pequeñas lágrimas recorrieron sus mejillas mientras me abrazaba con furor _No me dejes nunca. No ahora que te he encontrado_
El aire era dulce. La luz del sol entraba por la ventana. Inhalé suavemente. Pero al intentar exhalar sentí una presión en el pecho. La dulzura no entraba más por mi nariz.
_¿Qué pasa?_ dijo asustado
Le tomé una mano. La apreté con todas mis fuerzas. Sabía hacía bastante tiempo que mi destino era morir. No sabría nunca que mi destino consistía en morir una vez que hubiera encontrado la felicidad y mi complemento.
_Siempre estaré contigo_dije entre ahogados suspiros _Siempre_
_No ahora, por favor. Déjame llamar una ambulancia_ dijo intentando levantarse rápidamente. Sus ojos completamente abiertos.
Lo impedí. Era inútil.