No es un Año Nuevo de tantos

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: ,



Si es un año más, festejamos. ¿Por qué no festejar cuando es un año menos? Dejemos que nuestras historias vuelvan a entrelazarse por última vez. Sonreíd. Comed y bebed como si fuera el ùltimo día del año... Esperad. Lo es.





Saquemos, en primer lugar, el pavo del horno. El recalentado de Navidad ha quedado abandonado en unos cuántos pequeños moldes en el fondo del refrigerador. Tenemos que supervisar que el pozole no quede ni muy picante ni muy desabrido. El ponche aún les agrada a los invitados en año nuevo, pero será mejor sacar unas cervezas y unas botellas extra. La mesa la ha puesto mi sobrina, que ha ido a comprar en este momento unas servilletas que por las prisas de ayer, olvidé comprar.
Veamos, el pozole ya hierve. La lechuga está cortada, la música dispuesta y la casa, decorada. Hace frío pero no tengo tiempo de ir por un suéter. Presiento que algo me falta. Los cubiertos, el café, el postre, la botana. Todo está listo en sus respectivos platos, vasos o lugares. Algo falta aún. ¡Las uvas! ¡Las dichosas uvas no están! Oh, dulce y querida sobrina que se las ha comido. La mataré en cuanto regrese. Pero el teléfono suena.

_¿Tía?_
No, tonta, soy el panadero en casa de tu tía.
_Sí, hija. ¿Qué pasa?_
_¿Necesitas algo más, además de las servilletas?_
Dímelo tú, pequeña tragona. No se cómo te mantiene tu madre.
_Sí, querida, las uvas. Es lo único que falta_
_Está bien, ya las llevo. Son de las últimas. La gente se abalanza en esta época por las uvas. Rojas o verdes?_
Las que sean, maldición. Siempre y cuando no me traigas pasas.
_Las que tú quieras, cielo_
Colgué y me he dispuesto a leer el periódico en lo que la niña se digna a llegar.
Se hace tarde, el sol comienza a bostezar y la luna planea robar cámara ésta noche, así lo anuncia su prematura aparición a las seis de la tarde. La puerta se abrió de un golpe.
_¡No maltrates la puerta!_ le grito a mi sobrina
_¡Perdón Tía! Traigo demasiadas cosas en las manos, no puedo abrirla con delicadeza_
Claro que puedes mocosa, que no quieras es distinto. Pero ya está aquí y colocaré las uvas en sus platos. Los invitados deben comenzar a llegar más o menos dentro de media hora, durante la cual dormiré.
_¡Tía!¡Se quema el pavo!_
No se quema. Está ahumado.
_La que cocina aquí soy yo. ¡No metas tus manotas, escuincla!_ Le doy un abrazo y ajusto la temperatura del horno. El pozole lo apagué desde hace unos minutos. Iré a dormir.

Todo ha salido según lo planeado. Los invitados inclusome dieron más tiempo de dormir al llegar una hora después. Comencé a servir los platillos a las diez de la noche, después de botanear. Y ahora, faltando diez minutos para las doce, hemos repartido, entre mi sobrina y yo, las uvas.
Sintonizamos el radio, da igual qué estación, todas lo transmiten: "Y ahora, estamos listos para las tradicionales doce campanadas que darán inicio a un nuevo año. Un nuevo año lleno de felicidad y gozo para muchos." Silencio. La primera campanada y la primera uva. La más sencilla. Segunda campanada, puedes sentir aún el eco de la primera, y la primera uva que apenas comienza a deshacerse en tu boca se encuentra con la segunda. Tercera campanada, aún el eco de las otras dos y tres uvas en tu boca. Cuarta y entonces, algo extraño sucede. No hay más uvas en nuestros platos. Todos nos miramos asombrados mientras escuchamos las siguientes campanadas. Ya no hay transmisión. Algo ha sucedido. De pronto, una amiga grita. ¿Se le atoró una uva en la garganta? ¡Se está ahogando! Alguien la intenta ayudar pero tiene una uva en el ojo. ¡Uvas! ¡Están saliendo de las bocas de los comensales!
_¡Tía! ¡Tghhhiia! ¡Tghhhhhhhhh!_ La cara de mi sobrina se torna morada.
Miro hacia todos los lugares posibles y veo a mis invitados en el suelo o recargados sobre los muebles. De pronto, veo aproximarse a velocidad vertiginosa un proyectil rojo. Siento un dolor ciego, mi ojo sangra. ¿Qué es lo que está sucediendo? ¡No lo entiendo! Pido ayuda y nadie viene. Cuando por fin logro desprender la uva de mi ojo sangrante, corro a la cocina a leer la lata en la que venían los frutos. Leí la etiqueta con los ojos desorbitados y el cristal rompiéndose, los fuegos artificiales y los gritos de mis invitados como música de fondo.

"Tenga cuidado al dar las doce. Ingerir las doce uvas tradicionales [Ni una más, ni una menos] al tiempo exacto de las campanadas. Si no ingiere rápidamente las uvas, según el instructivo, ellas le ingerirán a usted."




"Si habeís visitado mi humilde espacio en un día como éste, os compadezco y agradezco, mortales. Un buen año os espera en el futuro próximo, y el agujero negro que dehilachará a la humanidad tardará mucho en llegar. Lo prometo. ¡Feliz Año Nuevo!" -Devendrah




El Hombre de Rojo

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: , ,

...Y las mismas historias en la misma época. Los mismos buenos deseos sin sentido salidos de bocas hipócritas. Y se siguen entretejiendo las vidas de cada uno, porque por mucho que se desprecie esta época del año, si no os felicitan y desean un buen año, os sentís ofendidos.

¡Feliz Navidad!









Aquél hombre vestía de blanco. Cargaba una bolsa de loneta con utensilios e iba a la misa de la una sin falta. Todos los días. Y cada día aumentaban las flores que su turbia fortuna financiaba. No carecía de nada. O al menos, eso parecía.

La noche en que cambió su vida cambió también la historia del mundo. A fin de cuentas, la festividad necesitaba de un ídolo, alguien que lo representara, digamos carismáticamente. Y fue así como llegó el hombre del traje blanco al lugar preciso.
Caminaba lentamente hacia su casa. Portones decorados festivamente pasaban a su lado y sentía el frío en la médula de los huesos. Un bar. Abierto en Navidad, era la oportunidad perfecta. Hombres sin familia estaban reunidos allí para desahogar sus miserias y malaventuras. Y sin embargo no entró. Llevaba demasiado tiempo sin beber como para arruinarlo en una noche de depresión. La Navidad tiene esa bella dualidad. Puede hacer inmensamente feliz a un niño, por ejemplo. Y al mismo tiempo, en un espacio paralelo al niño, está ensartando esa hebra de tristeza en alguien que terminará deprimiéndose.
Siguió caminando sin rumbo. La campanas de la iglesia anunciaron la una. El día de hoy no asistiría a misa. Degustó los platillos sin probarlos, el olor delataba el pavo en el horno de aquélla mujer. Aquélla mujer. Le pareció sumamente familiar, su boca ya le había sonreído anteriormente, sus ojos ya le habían mirado dulcemente. La conocía. Estaba seguro de ello, en alguna vida pasada por lo menos. Debía existir en algún recuerdo de su memoria. Existía. Y si no, la haría existir.
Pateó la ventana de la cocina haciéndolo añicos y entró. El grito de la mujer desgarró el aire con la presteza de un sablazo. Pero era un grito tan dulce, tan conocido. El hombre de blanco rió con franqueza.
_¡Pero, amor mío! ¿Es acaso que no me has reconocido? ¿Qué es lo que te asusta, amor de mi alma?_
La mujer, aterrorizada, tomó un cuchillo.
_¡Javier! ¡Javier!_ comenzó a chillar_ ¡Un hombre se ha metido a la cocina! ¡Javier! ¡Auxilio!_
El semblante del hombre se ensombreció. Una fugaz ráfaga de odio cruzó su mirada mientras le arrebataba el cuchillo a la mujer. Se tomó su tiempo para preguntar.
_¿Quién es... Javier?_ Escupió el nombre con el más sincero desdén.
_¡Javier!_ continuó chillando
_¡Mujer! ¡Respóndeme! ¿Me engañas? ¡No soy suficiente para tí, amor?_ Los ojos desorbitados del hombre del traje blanco asustaron más todavía a la mujer _¡Dímelo ahora!_ gritó con furia. Corrió hacia las escaleras _ ¡Lo mataré! ¡Lo mataré!_
Un tipo se bañaba entre nubes de vapor. La rabia había inundado al hombre con el cuchillo. Su mujer lo había engañado y el hombre era lo suficientemente descarado como para bañarse ahñi mismo. El hombre del traje blanco corrió la cortina.

La depresión y el tiempo habían jugado su honorable papel. El hombre del traje comenzó a comer demasiado y a desquiciarse más. Engordó, se dejó la barba. Pasaron muchos años y la masacre de la casa con el pavo en el horno quedó en tinieblas. Lo único espeluznante de ello es el hecho de que los niños, al despertar, habían encontrado regalos debajo del árbol. Una turbia e inmensa fortuna había dotado a los huérfanos de juguetes. Los padres adoptivos decidieron contar una historia menos traumante a los pequeños. Pero los estragos de aquélla noche quedarían inmortalizados en el traje del hombre. Un traje que se había teñido de carmín.





"Un muy resumido cuento para desearos una feliz època consumista, queridos mortales. Sonreíd a vuestros enemigos con la más pura hipocresía en los labios. Un abrazo y muchas gracias por visitar éste, mi humilde espacio. Feliz Navidad." -Devendrah

El Hombre de la Copa de Vino

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: ,

Es increíble cómo todas nuestras historias se entrelazan. Y cómo es que comenzamos siendo iguales, en el camino nos hacemos tan distintos y al final... no hallamos el final y seguimos dando vueltas en círculos. No hay un final. Nunca lo hay.






El chofer se estacionó frente a la casa. Un hombre con sombrero beige bajó y azotó la puerta según su costumbre. El vidrio delantero descendió y el hombre de la boina esperó instrucciones, aunque las sabía de memoria.

_Espere hasta que salga_

Era un día nublado. Hacía frío, y enmedio de la nada y de la montaña se encontraba un auto negro de lujo estacionado frente a una alta mansión de ladrillos grises y ventanales altos.
El hombre del sombrero beige sonó el aldabón y esperó. Después de unos minutos cruzó palabras con el anciano que le abrió la puerta. Parecía no querer dejarle pasar pero finalmente accedió y el sombrero beige desapareció de la vista del chofer.



_Debe saber, Señor Visitante, que lo he dejado entrar desobedeciendo las órdenes de mi patrón_

_No era de vital importancia que lo supiera_ dijo mientras observaba el techo y los adornos de las paredes _Además, señor, es preferible que entre yo primero a su casa antes que una jauría de policías dispuestos a romper reliquias familiares con tal de hacer algo por un rato_

Una figura vestida de blanco recorrió rápidamente el corredor y se perdió entre las sombras.

_¿Qué fue eso?_ preguntó el hombre del sombrero

_No sé a qué se refiere el señor_

_¡Ah, Don Julián! Veo que ha usted dejado entrar a un desconocido_ exclamó una voz ronca y molesta a sus espaldas _Hablaremos después. Permítame mostrarle mi humilde hogar, señor visitante_ dijo cambiando de tono

_Mi nombre es.. _

_Por aquí puede usted observar _ comenzó caminando hacia la inmensa sala estilo Victoria alumbrada por velas _Una de las modestas estancias, mi favorita, debo decir_ Era un hombre canoso, ancho de espaldas y mirada penetrante. Había salido de su habitación a recibir al visitante envuelto en una bata verde musgo y una copa de vino tinto en la mano. Seguía hablando y al parecer no se daba cuenta de que el hombre al que daba la explicación le estaba ignorando por completo _... traída por mi tatarabuelo en el siglo XIX desde una de las colonias inglesas..._ Balanceaba la copa de un lado al otro sin derramar una sola gota.

El visitante optó por darle la espalda y admirar el jardín. Una fuente en el centro y arbustos con flores eran escoltados por un estrecho caminito de piedra. Más arbustos. Más flores. Una figura vestida de blanco. Una chica. Caminó el visitante hacia el jardín. Giró la cabeza un momento para asegurarse del parloteo del anfitrión y cuando miró de nuevo hacia la fuente la figura se había ido.

_¡Ah! Le atrajo el jardín, es una bella colección de especies traídas desde muy lejos. Están mis bellísimas orquídeas, que con tanto esmero cuido. Pero sin duda mis favoritas son las rosas rojas. Tienen un color, ¿Cómo decirlo? ¿Es usted un hombre religioso?_

_¿Perdón?_

_Si es usted un hombre religioso_

_Oh, no mucho en realidad. Pero creo en..._

_Bien, todos conocen a Cristo. Y todos conocemos bien la Última Cena que tuvo lugar con sus doce apóstoles. Sabemos la historia y que los participantes degustaron pan, su cuerpo, y vino, su sangre. Algo así se me figuran estas rosas. Podría decirse que la madre de éstas, fue molida para representar el cuerpo de Cristo y en su lugar mintieron diciendo que habían sido uvas. ¡Grandísimos locos! La Sangre de Cristo está presente no en los cálices de las iglesias, si no en mis rosas. ¡Mis rosas!_ El visitante lo miró atentamente _Pero señor visitante, no me mire así, no me tome usted por un loco. Sólo soy un hombre apasionado con algo en que vaciar su atención completa_ sonrió
_No, no. Continúe por favor_
El hombre siguió meciendo su copa de vino, extraviado en algún lugar de su mente. Mirando al vació sin escuchar nada más que sus pensamientos. Incómodo, el visitante continuó su camino solo. Volvió al pasillo alumbrado por velas y vio, tras recorrerlo, una gigantesca escalera que conducía a la planta superior. No se escuchaba ruido alguno, no había una sola persona, así que subió. Los escalones crujían a su paso. Ahora había dos pasillos, ninguno más obscuro que el otro. Decidiéndose por el de la derecha, vio pasar un gran número de puertas cerradas, candiles y cuadros. Por fin encontró una abierta. Despedía una luz cegadora.
_Pase señor visitante_ dijo una voz adentro. La dueña de tan dulce tono se hallaba oculta por el reflejo del sol en la habitación y sin embargo, el visitante obedeció _¿Qué hace usted aquí arriba?
_Curiosidad_ respondió después de pensarlo
_ La curiosidad mató al gato, visitante_ susurró ella mientras se alejaba de la ventana. Sus huesos saltaban a la vista, profundas ojeras zurcaban sus pómulos y la pálida piel le daba un aspecto más tétrico que bello a aquel ángel vestido de blanco. El visitante miró a su alrededor sin saber qué decir, jugueteó con sus manos mientras ella lo escudriñaba. Había copas de vino en la mesa y la cama destendida le recordaba a un parto casero recién atendido.
_Váyase visitante_ dijo ella_Le daré la oportunidad de vivir_
_Dígame, ¿Qué ha sucedido aquí? He ahí el verdadero propósito de mi visita_
_No debe saberlo_
_Debo_
_Bien, pues he aquí una muestra del más exquisito vino de toda la región_ dijo tendiéndole una copa_ Pruébelo y dígame, ¿De qué está hecho?_
_¿Uvas?_ dijo después de beber un sorbo
_Error_
_¿Entonces de qué?_
_Sangre. No fue un parto lo que tuvo lugar aquí. Fue una sangría_
_¿Cómo supo que pensé en...?_
_Sólo lo supe. Ahora váyase visitante. Sabe lo que quería saber. Fue mi última sangría. Mi cuerpo está enterrado debajo del camino de piedra del jardín, junto a las rosas_
El visitante salió del cuarto, apenas sintiendo el aire entrar en sus pulmones. Bajó la escalera rápidamente y llegó al pasillo. El hombre de la bata verde entraba apenas del jardín.
_¡Señor visitante! Creí que se habría aburrido de mi charla. Venga conmmigo_ se detuvo y miró su bebida _¡Pero qué grosero he sido! ¡Bebiendo y no le he invitado un solo trago!_ Fue a la cantina y le sirvió una copa _Cuénteme_ dijo extendiéndole la bebida_ ¿Piensa despedir a aquél chofer suyo? No merece trabajar con más con usted. No después de lo que le ha hecho, señor visitante_ le señaló la ventana
_¿Qué me ha hecho mi chofer?_ dijo, mientras se dirigía a la ventana que daba a la entrada. Corrió la cortina aún recordando las palabras de la chica. Su mente revivió la cama con las sábanas sangradas, la ventana, el vestido blanco... No había coche esperándole.
Giró el cuerpo hacia donde se encontraba el anfitrión y se encontró con él de frente. Un escalofrío recorrió su ser y su vista se tornó borrosa. Los ojos verdes y transparentes se clavaron en los suyos por última vez. El mareo se hacía más intenso a cada segundo. Cayó al suelo, pero en el último momento de conciencia que tuvo pudo escuchar la voz ronca
_Así que dígame, visitante ¿Le ha gustado el vino?_

La Huída

Author: Devendrah / Pequeñas memorias: ,

¿Qué hacer cuando el alma huye del cuerpo? ¿Qué hacer cuando no se tiene nada que la detenga? Y sobre todo, ¿Qué hacer si con esto se sobreentiende que alguien más está intentando arrancarla? -D.


Salió del carruaje y caminó por la calle desierta. La obscuridad era rota tan sólo por el débil fulgor de los faroles. El olor tan peculiar de la lluvia había sido levemente reemplazado por el tufo proveniente de las alcantarillas de la calle. Se ajustó la gabardina y se bajó el sombrero. Periodos breves de luz y sombra.
El ruido de un burdel cercano atrajo su atención. La luz roja en la entrada y las voces de la gente dentro distrajeron su cabeza por un rato.
_Pase joven..._ dijo una chica vestida de rojo _Hace frío afuera y necesita un poco de calor_
Guiñó el ojo y convenció a su última víctima del día.

Adentro, otra dama cantaba sentada sobre el piano de cola. Varias mesas con manteles rojos y lámparas daban un toque de intimidad mal estructurada. Pero así se sentó el caballero a mirar. Ni un céntimo en la bolsa, así que sólo podía hacer eso. Era casi media noche y el sonido del piano le daba un toque melancólico al tiempo de espera para las chicas.
_¿Algo de tomar, joven?_ ofreció una joven de pelo dorado y vestido de seda.
_No, gracias_
_Va por cuenta de la casa. Whisky o Ron?_
_Whisky. En las rocas_
Observó su esbelta figura transitar entre las mesas. Su cabello ondulado sobresalía de entre los demás. Cuando regresaba con el vaso en las manos, sus ojos parecieron gritarle. Algo en sus ojos despertó en el una locura que jamás en su vida había invadido su mente. No era un instinto salvaje que debía reprimir o saciar con cualquiera, era algo distinto. La veía aproximarse y sentía el sentimiento crecer en su estómago vacío. Se sentía primerizo e idiota. Sintió su lengua dormirse y miles de palabras de amor pasaron por su mente. Imaginó una vida con aquélla chica, imaginó incluso un pasado. Fueron los minutos más enfermizos de toda su vida, la fiebre inundando su piel de sudor.
_Deja el vaso. Ven conmigo_
_No tienes ni siquiera para pagar una hora_ murmuró ella, acostumbrada
_No importa. Podría llevarme el demonio después de estar contigo. Necesito de ti. Te conozco. Tenemos un pasado juntos, tú y yo. No puedo olvidarlo. Tal vez jamás te vuelva a ver_
_No lo harás. Nunca lo hacen_
_Pero no me generalices. He pensado en ti desde el día en que naci y... _
_Ya he tenido poetas en mi cama_
_Pero nunca un loco como yo. Un poeta dista mucho de mi condición_
_He tenido masoquistas. Se acerca, ¿no?_
_Masoquista seré por ti, masoquista he sido al jamás haberme juzgado capaz de dirigirte la más insignificante palabra_
_No me convence_
_El convencimiento es la parte más difícil, lo que resta es pasión_
_Vamos, lo agregaré a su cuenta_
_No tengo una_
_La tiene ahora_
Lo tomó de la mano con una familiaridad a la que parecía acostumbrada. La puerta del cuarto se cerró detrás de ellos. Su piel clara bajo las yemas de sus dedos se erizó.
_No puedo hacerlo_ dijo exhalando
Él tan sólo continuó.
_Sabes a whisky_ dijo en una pausa _Pero no sabes a borracho..._
Las caricias de enamorado siguieron su curso. El cuarto dejó de ser un privado de burdel y se transformó en un Edén que jamás podría volver a ser emulado, tan sólo las sábanas como testigo
_Creo que te amo_ exhaló ella con dificultad. El aire comenzó a escasear en sus pulmones pero hizo caso omiso_ Un minuto bastaría para darme cuenta de lo que sucede aquí_ su garganta colapsaba y las palabras fueron confundidas con suspiros
_Pasaría el resto de mi vida contigo, amor mío. Te conozco, lo sé. Eres una dama de la noche que no por casualidad ha llegado a mi vida en un día como éste. Los deseos de una vida entera se han visto reducidos a ti. Me has llenado por completo. Me has dado felicidad a tragos, tú estás aquí, conmigo. Estás..._
_No lo digas..._ susurró el viento
_...muerta_
Se levantó de la cama y cubrió el cuerpo con la sábana empapada. Miró la noche lluviosa y encendió un cigarrillo. Sintió su cuerpo desvanecerse junto con el humo. La lluvia. El humo. La lluvia. La muerte. La lluvia. El whisky.
Necesitaba huir. Necesitaba otro whisky. Necesitaba salir, y otro whisky. Escaparía sin conocer ruta ni destino. Saltó por la ventana, sintió los cristales contra su cara y después la lluvia. El piso se aproximaba vertiginosamente. Cerró los ojos y sintió su cráneo estamparse contra el suelo.


Salió del carruaje y caminó por la calle desierta. La obscuridad era rota tan sólo por el débil fulgor de los faroles. El olor tan peculiar de la lluvia había sido levemente reemplazado por el tufo proveniente de las alcantarillas de la calle. Se ajustó la gabardina y se bajó el sombrero. Periodos breves de luz y sombra.
El ruido de un burdel cercano atrajo su atención. La luz roja en la entrada y las voces de la gente dentro distrajeron su cabeza por un rato.
_Pase joven, el día de hoy el whisky es cortesía de la casa_
Encendió un cigarro y entró. Miró a su alrededor y se sentó en la mesa más cercana a la barra. Una chica de cabello dorado y vestido de seda se aproximó con un vaso de whisky en la mano.
_Creí que no volvería_

Cuando Todo Comenzó...

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Y el Sol fue. Y el fruto verde y jugoso que se disolvía lentamente en mi boca me provocaba una sensación de relajación. El calor comenzaba a derretirle así que apuré su ingesta, después de todo tenía que asistir a la cita del ser amarillo limón, y el olor no se iría hasta pasado un buen rato.
Cuando todo comenzó, mi mano parecía una aberración del creador de mi especie. Seguramente se había tragado unos cuantos pedazos de frutas carnívoras alucinógenas antes de empezar con la elaboración de mi cuerpo. Cuando finalmente hubo terminado, seguía tan desapegado de la realidad que decidió ponerme en el lugar justo y el momento indicado de existencia para que el resto de la especie se entregara al completo y sencillo arte de la burla.
Siendo así, deambulé por el paraje desolado, escuchando las risas a mis espaldas. Si los ojos de esos seres coloridos pudieran atravesar el exterior sabrían lo que en el fondo deseo. Si sus lenguas fueran más pensantes tal vez dejarían de ser lo que son. Es su volatilidad de pensamiento lo que les hace tan débiles y fuertes a la vez. Pero no puedo cambiarlo.
Sentí, mientras cabilaba, un golpe en la cabeza.
_Levántate, deformidad andante_
Haciendo caso omiso del insulto, cerré los ojos y recordé. Vi mi iniciación en el culto de las Cuarenta Vidas y vi los ojos de aquélla muchacha escondida entre los bloques de plastierra. Nunca los volví a ver después de que la descubrieron y se los sacaron.
Sentí otro golpe y algo fluir por mi cuello.
_Pedazo de nulidad. Levántate o dejaré tu cabeza igual que tu mano_
Levanté la vista y la radiación del Sol lastimó mis retinas.
_¿Qué buscas?_ murmuré _Ni siquiera te conozco_
Comencé a perder la visión y caí en un abismo de inmensa obscuridad. Caí durante mucho tiempo, no pude siquiera calcular por cuánto. Sentí el húmedo calor del aire lamer mi piel, anulando cualquier sonido. No había olor a nada. No sentía ninguna emoción. Tan sólo sentí el cuerpo flotar hacia el infinito. Cuando finalmente sentí ese vacío tan peculiar en el estómago que recorre la columna y vibra hasta la cintura, que baja desde la oreja hasta donde la espalda pierde su nombre. Y cesó. Un golpe seco hizo mis partes salir disparadas hacia cualquier lugar. Y de pronto me sentí vacío. Mi tronco había perdido toda traza anterior de ser un cuerpo. Y sin embargo tampoco sentí dolor alguno. Me había desprendido de mi repugnante mano junto con otras partes. Sentí felicidad. El vacío que sentía me atestaba de felicidad. Me había deshecho de la mostruosidad que había cargado desde el inicio de mi existencia. Pude ver un punto blanco acrecentarse justo sobre mi cabeza. Enmedio de semejante obscuridad se fue haciendo grande con lentitud.
Seguío recordando los ojos de aquélla chica. Eran violetas. Pero no era el violeta que se puede encontrar en cualquier par de ojos femeninos. Eran especiales, brillaban. Y brillaron aún más cuando se le llenaron de lágrimas al saberse descubierta. Miré de nuevo al punto. Aún parecía estar lejos.
Algunos de los sacerdotes de las Cuarenta Vidas sospecharon su presencia desde que inició la ceremonia, pero sabían que su mente no soportaría mucho tiempo antes de comenzar a emitir ondas detetctables para cualquiera. El miedo corría por sus venas desde que logró colarse allí. La duda persistía en su cabeza y desesperación aderezaba al tener la seguridad de que jamás lograría salir viva.
Miré otra vez el haz de luz blanca. Había comenzado a crecer.
Cuando llegó el momento de beber la sangre verdos del Obispo pudimos todos sentir la vibración del asco proveniente de una esquina apartada del altar. Me había enamorado instantáneamente de aquélla presencia, pero no podía defenderla. Ni tampoco podía bloquear su dolor como hubiera hecho cualquiera. Tenía que escoger entre su vida y mi vida. Se aproximaron los sacerdotes y señalaron la esquina. El Obispo miró sin hablar, esperando. Las vibraciones se hicieron más fuertes y pudimos ver correr un hilillo de líquido azul por el suelo. Era miedo. Miedo puro, líquido y concentrado. Uno de los sacerdotes se inclinó y recogió un poco en un cáliz plateado, se tomó un tiempo para saborear su olor y se lo bebió. De inmediato recobró el color amarillo limón que debió tener cuando joven. Los demás se miraron asombrados y se abalanzaron contra la unión de paredes. El Obispo los detuvo.
Las vibraciones desaparecieron y el Obispo se acercó lentamente. Un pequeño hilo de luz se colaba entre la unión de la plastierra y el suelo. Con un movimiento rápido, el Obispo abrió de par en par la pared, dejando al descubierto a la criatura que había dotado de juventud al sacerdote. Miró con esos enormes ojos violeta a su alrededor y sollozó prediciendo su destino.
El sacerdote levantó una mano y una cegante luz salió de ella. El grito que salió de esa boca deshizo unos cuantos frutos verdes apilados en el altar. Su lengua desapareció, pero la esencia dentro del cuerpo gritó que cobraría venganza. El Obispo levantó la otra mano y la mirada violeta se separó de su lugar de origen. Parecía intentar levantarse y...
Miré el agujero blanco gigantesco que se había formado mientras me sumergía en remembranza.
Sentí de nuevo mi mano. Lloré de desesperación. Imploré que no fuera verdad y traté de incorporarme, no pude. Se me cerraban los pulmones, algo me aplastaba. Sentí algo caliente en los ojos y mi visión se tornó violeta. Sentí la vibración que tan bien ya conocía. No podía bloquear el dolor, sentía mi piel chamuscarse al simple encuentro de la luz. Sentí la piel de mi cara estirarse como jamás se había estirado al gritar. Mi lengua se deshizo y sentí sus restos deslizarse por mi garganta. No quería sentir mi mano de nuevo. ¡No la mano por la que había sufrido tanto! ¡No podía volver!¡No ahora! Intenté incorporarme una vez más, sentí mis ojos salir de sus órbitas. Y el Sol fue.